Conocer los arquetipos tal como los describe Shinoda es un diálogo interno, hay que tener coraje para ir allí, para sentar a todo tu comité de diosas en una mesa redonda y darles la palabra a cada una. Estudiar los arquetipos es un encuentro con nuestros propios excesos, con nuestras las carencias, con todo lo vivido y lo que aún nos queda por vivir. Sabía que retomar el tema de los arquetipos para compartirlo contigo, no sería una tarea fácil, pero estaba dispuesta. Y aquí estoy probablemente presidida por mi Deméter, el arquetipo de la madre en mí, que se regocija compartiendo con ustedes estos saberes, como una madre generosa que desea nutrir al mundo.

Música

Así pues, Deméter es la madre. El mito cuenta que tuvo una hija con Zeus llamada Perséfone, de quien hablamos en el episodio número 5. Además, Deméter era la encargada de las cosechas. La sociedad griega atribuía a su alegría las recolectas prósperas y a su enfado, las escasas. Todo iba de maravilla en la vida de Deméter, quien estaba con su Perséfone, imbuida en su labor de madre, hasta que un día su hija fue raptada. Al serle arrebatada su hija (metafóricamente, se le arrebató la función de madre), Deméter, cayó en una depresión tan profunda que el mundo se quedó sin cosechas y muchas personas murieron de hambre, según cuenta el mito.

Deméter, como la madre en esencia, no tenía recursos para pensar que quizá su hija podría sentirse a gusto en su nuevo espacio, y mucho menos pensó Deméter en que así tendría más tiempo para otras cosas. No Deméter. Se mandó construir un templo para encerrarse a llorar y abandonó su función de nutrir al mundo.

El mundo no sería el mundo sin el arquetipo de la madre. Es ella la responsable de que sintamos ternura ante un bebé y la consecuente disposición para cuidarlo. Pero no solo Deméter es la que nos hace estar embarazadas y conectar con el placer de amamantar. Deméter es la parte de nosotras que quiere cuidar, alimentar, sostener, sanar, dar, apoyar, ayudar, nutrir, proveer, enseñar, proteger. Yo estoy convencida de que el mundo fuese un lugar mejor si las mujeres tuviésemos mayor participación en la toma de decisiones económicas y políticas. Porque ninguna mujer mandaría a su hijo a la guerra, ninguna madre permitiría que su hijo muriera de hambre o sed. Y toda mujer que no sea madre aun así puede conectar con este sentimiento de protección y cuidado porque el arquetipo de la madre pulsa en su interior.

Muchas veces, en los talleres y formaciones, hablamos sobre dónde estaban las mujeres de la historia, por qué es tan desequilibrado el número de hombres con respecto al número de mujeres, inventores, científicos, filósofos, poetas, médicos. Y yo les pregunto a las chicas, ¿dónde están esas mujeres? ¡Criándolos a ellos! Amamantándoles, acompañándolos durante 7, 15, 20 años de su vida dedicada a proveer y proteger el desarrollo de otro ser.

Esta es la forma más evidente para mí de ir más allá de tus propios intereses, la madre tiene como Su interés el bienestar de su hijo, se pone de segunda o de tercera en la lista de prioridades. Y puede pensarse que esta es una cosa animal, un comportamiento esperable en cualquier mamífera, pero, los seres humanos tenemos también poder para elegir y aun así elegimos proteger, cuidar, nutrir a otro. Una mujer excesivamente Atenea que se ponga a sacar la cuenta de cuanto le cuesta tener un hijo , es que nunca lo tendría, es absurdo pensar en cuánto cuesta la hora del trabajo de una madre, la energía que invierte en cuidar de su niño por tantos años. Esto tendría que estar subvencionado por el estado porque además sería el círculo virtuoso más positivo para la sociedad a largo plazo. “El futuro o el éxito de los chicos en una sociedad competitiva depende más de la estructura emocional, del amor, de la mirada, de la contención, de la comprensión de una madre verdaderamente física, mental y emocionalmente disponible para el".

Una madre feliz, con el tiempo y la disponibilidad suficiente para ser madre, es decir que sus necesidades básicas de vivienda, comida, entretenimiento autocuidado estén satisfechas, seguro que hará un hijo bueno, es la mejor inversión que el estado puede hacer para crear seres humanos productivos realmente si es eso lo que se quiere.

En fin, que me fui por el camino panfletario, pero es que para mí que he sido madre dos veces y para cualquiera que me escuche que haya vivido en su propia piel la exigencia que significa criar a otro ser humano, es obvio que algo va mal en la sociedad y que, comenzar a mejorar el mundo es comenzar a mejorar la forma de nacer y el cuidado que cada nuevo integrante del circo recibe durante sus primeros años de vida.

Uy que a gustito me he quedado. Pero no, esta no es una manifestación ni su intención es servir de protesta (bueno un poco sí) pero mi intención primordial es que nos conozcamos mejor y nos amemos más, así que vamos a vernos cara a cara con Deméter.

Si Deméter es el arquetipo que dicta el curso de la vida de una mujer, y ser madre es el único rol importante en su vida, cuando se ve en posición de no ser necesitada (por ejemplo, cuando los hijos alcanzan independencia) la mujer puede sumirse en una profunda depresión, pues, se le ha arrebatado el sentido de su vida. Cuenta Shinoda Bolen que son innumerables las mujeres entre 50 y 60 años que acuden a su consulta al sentirse muy deprimidas por el síndrome del nido vacío, se han ido sus hijos de casa. Uf, yo solo lo digo y se me ponen los pelos de punta porque esta servidora fue madre por primera vez a los 21 años y sí que ser madre ha sido uno de los ejes conductores de su vida, el máximo cable atierra a veces me pregunto si maternidad y yoga habrán sido sobre todo unos salvavidas para esta mujer extremadamente sensible y poco adicta a la intensidad que fácilmente, de no ser por tener un jardín tan hermoso que cuidar quizá hubiese sido presa de un rapto con pocos motivos para volver. No lo sé. Estoy especulando. Lo que sé es que estoy aprovechando cada di a que mis hijas están en casa conmigo porque se´que más pronto que tarde alzarán el vuelo. Por suerte tengo mis otros arquetipos esperando frotándose las manos y haciendo planes.

Muchas mujeres, y muchas personas en general, nos volvemos adictas a ser necesitadas. Y aquí es donde comienza la delgada línea que divide la luz de la oscuridad, el arquetipo. Cuidar y controlar son dos caras que están muy juntas, no son lo mismo, claro que no, pero es muy fácil confundirlas. Bajo el impulso de proteger, sin darnos cuenta, nos creemos con la libertad de adueñarnos de la vida del otro, de dirigir sus acciones, de influir en sus decisiones. Porque como nos cuesta aceptar su sufrimiento. Estamos tan involucrados, que su dolor es nuestro dolor, pero es nuestro dolor multiplicado por dos y hacemos lo que sea por evitárselo, por evitárnoslo. Se nos olvida, que nuestros hijos, o cualquier persona que esté a nuestro cargo, solo aprenderá a través de sus propias vivencias y sus propios errores y el primer paso que podemos dar, es dejar que ocurra.

 Una mujer cuya Deméter ha tomado el control de su vida, se ha acostumbrado tanto a dar que puede bloquear su capacidad de recibir. Yo me acuerdo que mi suegra, la mamá de mi ex, amaba darnos regalos y siempre nos hacía unos regalos buenísimos y luego cualquiera que fuera el regalo que le daba uno, era como, ah, gracias. Pero no había un auténtico placer en ello. Si eres de las que ayuda, pero no te dejas ayudar, de las que da, pero no te agrada recibir, es probable que el arquetipo de Deméter esté tomando el control de tu vida.

Aquí es muy interesante como a veces el aire que intenta apagar un fuego, es el mismo que lo enciende. Tantas veces que queremos ayudar a otros sin que realmente nos lo hayan pedido. Y luego cuando nos piden espacio decimos “yo solo quería ayudar”, pero es que no nos habían pedido ayuda realmente. Además ayudar, solo el hecho de ayudar es ponerse por encima del otro, no? Soy superior a ti y tu necesitas mi ayuda. Es delgada la línea entre ayudar y servir y qué importante es poder ver cuando no ayudar es la mejor forma de ayudar. ¿Sabes? Cuando ayudar es perpetuar la condición del otro. Muy delicada la línea.

Estudiar a Deméter, exige un gran trabajo introspectivo. Por eso Laura Gudman escribió su maravilloso libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”. Un libro muy acertado para acompañar a las madres que, como es de esperar, están siendo desbordadas por el rol de maternar.

Pero para quienes no sean madres, aun así el arquetipo de Deméter nos invita a proveer, a gustar, a proteger, a dar satisfacción. Y hayq ue tenerlo muy visto porque muchas veces tendríamos que atrevernos a no gustar, a no satisfacer, a no complacer al otro. Y es algo que solo nosotras podemos regular, cuando no lo regulamos, cuando escuchamos a una amiga más tiempo del que deseamos, recibo un comentario que no me gusta y aun así sonrío para que el otro no se sienta mal, cualquier momento en que doy más de lo que realmente siento que puedo dar, las únicas que se están traicionando a sí mismas somos nosotras amores. Ah, no, pero nos enojamos con el otro. El arquetipo de Deméter nos desafía a poner límites, por eso te digo que lo mejor que podemos hacer el cultivar el arte de maternarnos a nostras mismas.

Hay que sentarse a hablar con Deméter, con tu Deméter. Algunas caemos en la incoherencia, por ejemplo yo adoro cocinar para otros, o planificar los menús para los retiros, o que venga una amiga o amigo a comer a casa, pero puedo pasar toda una semana improvisando comidas para mí misma. Por eso te digo que el camino de conocerme mejor y amarme más comienza por maternarme bien a mí misma, ser la madre más cuidados que se pueda tener.

Oh Deméter yo solo quiero darte las gracias por mostrarme el más puro amor. Quiero que tu mirada compasiva me acompañe en mi camino que pueda nutrir a otros tanto como me nutro am i misma. Que pueda cuidar sin controlar, proteger sin bloquear, que me acompañe el coraje para ver a mis hijas hacer su vida más allá de mí. Que pueda sentir que la vida es una madre que me acoge y me enseña de la forma más tierna y sabia.

Mujer, gracias por estar conectada con este tema, aprendiendo a conocerte mejor a ti y a todas las mujeres del mundo y conectando con ese amor que surge del conocimiento, de la comprensión, de la condición humana que todas compartimos.

La próxima semana viene a nuestra mesa una mujer que no puede venir sin su marido, o sin el permiso de su marido, y solo vino con la condición de que su marido la va a escuchar, a ver, a aprobar, se te ocurre quien puede ser? Escríbeme un email a hola@yogaconavryl.com o mensaje por Instagram! @yogaconavryl.com

Muchas gracias por tu paciencia y tu perseverancia en el camino de conocernos mejor y amarnos más.

Reflexiones después de ver a Dudamel en Liceu el 20 de septiembre

El mundo está dividido en dos bandos: quienes creen que la cultura es un accesorio del que se puede prescindir, y quienes piensan que la cultura es la finalidad de la existencia humana.

Existimos quienes nos sentimos intrigados por cuál es el sentido de la vida. Para qué es este cuerpo/mente/alma con esta configuración y estas funcionalidades. Algunos dicen amar, otros dicen sufrir, muchas personas asumen que la finalidad de la vida es alcanzar la riqueza material, otras, dan por sentado que es alabar a Dios. Hay quienes expresan que el sentido de la vida es precisamente darle sentido a la vida. Y quienes defienden el hecho de que existir tiene sentido en sí mismo. Así lo expresan muchas de las personas que vienen a mis retiros y formaciones. Retiros Espirituales

A mi entender, la música -de lo que puede derivar el arte y la cultura en general-  es el sentido de la vida y te voy a explicar por qué.

El cielo del Gran Teatre de Liceu, ayer cuando pensaba en el sentido de la vida

Tenemos un cuerpo con una libertad de movimiento que ninguna otra manifestación en este planeta tiene. También contamos con un sistema nervioso que nos señala una amplia gama de sensaciones que pueden polarizarse en placer y dolor. Nuestro instinto de supervivencia nos hace diferenciarlos muy bien, relacionando, básicamente, placer a “sobrevivir” y dolor a “peligro de muerte”.

Así que, vamos por la vida huyendo del segundo y buscando el primero, cada cual, a su manera, -con su infinidad de consecuencias-. De lo que no cabe duda es que tenemos la capacidad de elegir, ítem que también podría debatirse, ya que muchas elecciones las hacemos de forma inconsciente. Sin embargo, entre nuestras capacidades está también el hecho de darnos cuenta, incluso de que tenemos mecanismos “inconscientes”. Vaya, una paradoja, esta contradicción es quizá la virtud más grande de la conciencia humana: hacer consciente lo inconsciente.

Además de todo esto, tenemos memoria, en la que almacenamos no solo los recuerdos como si fuesen retazos de una película, sino las impresiones, las emociones que han dejado huella en nuestro sistema nervioso. Por no hablar de otras tantas capacidades de la mente como la imaginación, el análisis y la capacidad para crear el dúo “práctica y teoría” y  hacer del él una simbiosis nutritiva.   

Los cinco sentidos (que siempre me han intrigado por qué son estos y no otros, y cómo puede haber relatividad incluso en ellos, que son la forma básica con que percibimos el mundo), son el origen (¿o el destino?) de la experiencia humana y gracias a ellos estamos en una constante e inevitable cópula con la vida, activando todos nuestros demás procesos, movimiento, pensamiento abstracto, memoria, etc.

El cuerpo, con la posibilidad de explorar el espacio debido sus rangos de movimiento y, al mismo tiempo, la sujeción del cuerpo a la tierra gracias a la fuerza de gravedad, que le permite al mismo tiempo estar atado y  anhelando el vuelo.

Cuando contemplo la totalidad de todas nuestras funcionalidades, me sorprendo.  La capacidad de estremecernos por un sonido que entra en nuestros oídos, y al mismo tiempo, nuestra habilidad de descubrir o intuir las matemáticas presentes tanto en el cielo nocturno como en nuestras rutinas cotidianas. Las geometrías, los ritmos, la emoción que se manifiesta y se almacena en forma de armonía y la infinita posibilidad de creaciones que permite la música, parecen hacer de ella el lugar de encuentro de todas las funciones humanas. El placer que causa tanto en quien la compone, como en quien la ejecuta y quien la recibe Un placer que arropa la angustia, el sufrimiento, el desgarro, la esperanza, la simpleza y toda la gama de emociones nunca dejará de asombrarme.

El silencio de Dudamel en Liceu

Así lo viví ayer en el concierto de La orquesta de París dirigida por Gustavo Dudamel en el Gran Teatro de Liceu. El silencio del espectador suspendido ante la escucha, y de los espectadores conformando ese ente que llamamos público, una unidad que reconforta, al menos por un breve lapsus de tiempo, todo sentimiento de desintegración.

Así pues, pienso que comer, bañarse, vestirse, aprender, viajar, la salud, el amor, el dinero, y el tan codiciado desarrollo humano, no es algo secundario, evidentemente, es importantísimo, precisamente  porque está al servicio de lo que para mí es el sentido de la vida: la música.

Nunca me había llamado la atención acercarme al libro "El vendedor más grande del mundo". Quizá si se titulase, el mejor profesor o la mejor escritora del mundo, hace tiempo que lo hubiese leído. Sin embargo, desde el año 2019, cuando me propuse adentrarme de verdad en el mundo del emprendimiento, busco ilustrarme con libros que hablen sobre el éxito del emprendedor, la libertad financiera y la consecución de resultados tangibles.

Esta nueva yo, que ha leído The E-myth, Padre Rico Padre Pobre, The Lean Start up y Esencialismo, se acercó a El vendedor más grande del mundo pensando encontrar tips para mejorar la ventas. Recuerdo que, sabiendo que era un libro publicado por primera vez en 1968, me acerqué a él suponiendo que  lo dejaría al darme cuenta de que los consejos de venta ya estarían obsoletos.

Qué gran sorpresa cuando el libro comenzó a ponerme los pelos de punta. La historia de cómo y a quien se entregan Los Pergaminos no es más que un marco para darle suspenso y valor al contenido de los mismos. Quizá un filtro para que no todo el mundo llegue a los pergaminos sin haber afinado su escucha y cada quien se vea obligado a reflexionar quién será realmente el merecedor de poseer tales secretos de venta. Evidentemente, La historia que rodea a los pergaminos es también una forma que el autor encontró de profesar su amor por Jesús.

Los pergaminos son poderosas semillas que te llevan a la auto indagación y generan una potente motivación en aquel que lo lee con un corazón atento.

Frases tan comunes como “los buenos hábitos son la clave del éxito” o “perseveraré hasta triunfar” se convierten en flechas que vigorizan la voluntad al estar rodeadas de reflexiones tan amorosas y compasivas sobre la condición humana.

Este libro, casa perfectamente la profesión del vendedor con el desarrollo personal y da a entender que no son cosas separadas.

Algunas de las frases que se quedaron resonando dentro de mí:

“Mis fracasos, mis ataques de desesperación, mi ignorancia y mis torpezas son la oscuridad en que he sido plantado para madurar”.

“Dentro de mí arde la llama de incontables generaciones y su calor me obliga a ser mejor. Y lo seré. “

“Saludo a este nuevo día con todo el amor de mi corazón”

“Las palabras son la base de mi riqueza”.

“Haré del amor mi arma más poderosa” … o “Quién podrá rechazar mis mercancías, ¿si su corazón siente mi amor?”.

Tal y como el libro recomienda, y no porque lo recomiende, sino porque de verdad me apetece, estoy leyendo una y otra vez los pergaminos. En cada lectura una nueva luz. Cada acercamiento, una nueva motivación.

No sé si me convierta en la vendedora más grande del mundo, quizás sí, pero estoy segura de que su lectura me ha infundido una gran dosis de templanza y muchas ganas de ser quien soy y ofrecerlo al mundo.

Los beneficios de meditar pueden apreciarse desde el primer minuto. Un solo minuto de hacer una pausa y observarnos puede mejorar completamente el resto de nuestro día. Sin embargo, establecer una práctica diaria y consistente a lo largo del tiempo nos aporta beneficios verdaderamente trascendentales. La paz interior, la dicha suprema, la certeza de la indestructibilidad del Ser son nuestros anhelos más profundos. Más aún, son cualidades que nos pertenecen, que forman parte de nuestro estado natural y que están allí esperando por nosotros. Por todo esto hay que planificarse, sistematizarse, implantar una metodología.

Las bases de la práctica

Dice mi maestro Tomás Rodríguez que meditar es:

 

 

“Desarrollar un músculo que nos permite desidentificarnos de nuestros pensamientos”

 

Lo que más me gusta de este concepto es que al verlo como un músculo, entendemos que es algo que necesita práctica y constancia. También es interesante que no dice que los pensamientos cesan, ni que la mente debe quedarse en blanco. Si no que algo en nosotros, con la práctica logra diferenciarse de ellos.

El Espacio

Tener una habitación para meditar sería la opción más afortunada. Dicen los maestros que la energía meditativa impregna las paredes y el espacio del meditador por lo cual, una habitación destinada exclusivamente a la meditación, si es un lujo que te puedes dar, considéralo. Si no, una esquina, una silla, una alfombra en el suelo, son espacios que cualquiera puede generar.

Solo hace falta algo que te aísle del suelo, el cojín o manta necesarios para colocarte en postura y una manta que te cubra los hombros y te haga sentir protegido, presto a la introspección.

Si lo deseas, la figura de un maestro, o cualquier imagen que te inspire o te transmita paz, el aroma del incienso y la llama encendida de una vela pueden ser complementos que contribuyan a forjar esa atmósfera meditativa. Sin embargo, nada de esto es imprescindible ni garantiza el éxito de la meditación. Es un decorado que puede cumplir muy bien la intención de sugestionar, de acompañar, pero la meditación, recuerda, es un proceso completamente interno, por decirlo así, de la piel hacia dentro.

El reloj

Lo que sí es imprescindible es el uso del reloj. Cuando te sientes a meditar debes tener cerca un cronómetro que te ayude a mantener el tiempo que has destinado a meditar. 1, 5, 10, 15, 25, 45 o 60 minutos, cualquiera que sea el tiempo que hayas planificado o elegido, ponlo en un reloj. Recuerda que dentro de la mente el paso del tiempo es absolutamente relativo. Es muy fácil creer que han pasado 10 minutos cuando solo han pasado 3, así como es muy tentador, salir del trabajo antes del tiempo programado porque ha surgido algún pensamiento o incomodidad. Así que el uso del reloj sí que es imprescindible para tu práctica diaria y, por supuesto, la firme resolución de permanecer el tiempo previsto.

Si te es posible, prográmate 10 minutos para poder reflexionar acerca de tu meditación, digerir la experiencia y hacer las anotaciones en tu diario.

 

El uso del diario

Muchas cosas pasan en nuestro cuerpo, mente, emociones cuando estamos sentados meditando. Una nueva sensación, una nueva experiencia del cuerpo, una emoción que emerge, incluso una idea que consideras aplicable y grandiosa. No obstante, el tiempo de la meditación, es el tiempo de la meditación y nada más. Analizar, reflexionar  y otras funciones de la mente déjalas para cuando suene el cronómetro avisando de que ha finalizado el tiempo y escribe un tu diario tan inmediatamente como te sea posible. No subestimes esta parte del entrenamiento. Es muy importante, para tu progreso, estudio y entendimiento de ti mismo. Un científico no se atreve a hacer un experimento sin tomar nota de ello.

 

El horario

Lo más importante es la regularidad. Es decir, la práctica diaria. La mejor hora es entre las 4 y las 6 am. Imagina cómo están las aguas de un lago o las arenas de un desierto después de muchas horas sin que nadie las mueva. Así encontrarás tu mente a estas horas. De todas maneras, cualquier hora en que te sea posible es mejor que nada.

 

La postura

Componer una postura que invite a un estado meditativo es la mitad del trabajo, es la plataforma sobre la que desarrollas el resto de tu práctica. Dicen las escrituras que todo el sistema de yoga se diseñó con el fin de sentarte a meditar estable y cómodamente.

Lo más importante a considerar es que tu espalda  pueda estar erguida sin que eso implique hacer un esfuerzo. Para ello, tus caderas deben situarse por encima de tus rodillas. Por eso, el uso de un banco de meditación o cojín de meditación es muy necesario, sobre todo los primeros años de práctica cuando los caballos desbocados de la mente tienen aún mucha fuerza. Lo mejor es acondicionar el cuerpo, haciendo de él el mejor espacio, lo más confortable posible, un asiento desde el cual te sea posible permanecer quieto físicamente y desde esa quietud, observarte.

La verticalidad de la columna no es un capricho. ¿Has visto con cuánta naturalidad se alza la llama de una vela? ¿Te imaginas la llama de una vela torcida? Te has dado cuenta de cómo el agua sale por una manguera mucho más fácilmente si esta está erguida?

 

Una mente  libre de expectativas

Seamos honestos, nos resulta casi imposible la famosa frase “no tener expectativas”. Las expectativas son parte natural de tu condición humana, una función de tu mente, diseñada para tener esta experiencia en el espacio tiempo. Sabes que todo se está moviendo continuamente, que el presente es el resultado de decisiones del pasado y que el futuro se aproxima de forma inexorable. Tu mente, expectante, espera, elige una intención para que ese futuro sea como tú quieres que sea. Soltar expectativas quizá no sea la mejor expresión ya que aunque tú creas que las sueltas, en capas más profundas sigue la expectativa que se había creado tiñendo la experiencia según esta se acerque o se aleje de lo esperado de ella.

Entonces, el primer paso es reconocer qué expectativas se tienen y ubicarlas en ese lugar, son simplemente expectativas. Cajas que ha creado la mente para que la experiencia encaje en ella. Muchas expectativas no son fáciles de reconocer, por eso, el reconocimiento, es una práctica en sí que también mejora con el tiempo. Como auto observadores, podemos llegar a reconocer la expectativa cuando apenas se acerca o está muy pequeñita. Mientras que una mente poco entrenada deja que las expectativas creen un bunker dentro de él haciéndolo mucho más difícil de disolver.

Antes de sentarte reconoce las expectativas que pueda haber ya que esta parte del proceso es fundamental para la próxima parte, quizá, según mi entender, la más importante de todas. A veces, las expectativas se reconocen a posteriori, es decir, una vez que te has decepcionado, te das cuenta de que el origen de tu contracción es una expectativa no satisfecha.

 

 

 

Los obstáculos de la práctica

Comienza la jardinería…

Los samskaras

Los Samskaras son las huellas, las impresiones que quedan en nuestro cuerpo sutil de nuestras experiencias pasadas. Sobre todo aquellas experiencias que nos han hecho darnos cuenta de somos conscientes.

La metáfora más bonita para explicar los Samskaras es que son como semillas. Cada experiencia, cada pensamiento y cada acción a lo largo de nuestra vida es una semilla fértil que puede crecer y hacerse un árbol fuerte o simplemente no desarrollarse hasta volverse  muy débil.

No se puede hablar de que los samskaras son “buenos” o “malos”, simplemente son semillas que desenvuelven un tipo de árbol y algunos de estos árboles son funcionales para nuestro verdadero gozo y bienestar, mientras que otros no.

Mientras estamos vivos, continuamente estamos acumulando samskaras a la vez que estamos haciendo crecer o debilitando, sanaskaras antiguos.  Si crees en esto y desarrollas la confianza en ti misma (otro samaskara) serás una gran jardinera de tu propia vida.

Cada ves que realizamos una acción o un pensamiento, la huella del samaskara se refuerza más. Así como, el hecho de no hacer esa acción o no alimentar el pensamiento, hace que las huellas (samskaras) se debiliten.

Las adicciones no son otra cosa que corrientes químicas que han adquirido una fuerza muy grande. Como una hierba muy fuerte que quita espacio a otras hierbas.

La metáfora de la jardinería resulta formidable porque  siempre se pueden planta nuevas plantas e incluso, algunas “malas hierbas”, si se saben  controlar sirven como protectoras y cuidadoras del jardín.

“Cuanto más fuerte es el hábito, menos dominio tenemos sobre nuestra mente cuando tratamos de ejecutar una acción que es contraria a él.” Pandit Rajmani Tigunait

 

No hace falta recordar ni cómo ni cuándo comenzó el proceso. Quizá estoy ayuda a identificar el samskara y ser más consciente de él. Lo que importa es lo que se hace para robustecerlo o debilitarlo. Y también, es importante la toma de conciencia de cada nuevo samskara, cada nueva semilla que se va creando.

Los samskaras hacen que percibas el mundo de determinada manera. Generan tus patrones de pensamiento y, en consecuencia la forma en que interpretas y reaccionas a lo que te ocurre. Son tan fuertes que la mayoría de las veces, la reacción se te adelanta y ya la química de tu cuerpo está impregnada del efecto de ese samskara sin que hayas podido hacer algo para detenerla. Sin embargo, insisto, siempre se puede fortalecer o debilitar aunque ya esté allí esa planta queriendo mantenerse viva. Queda de nosotros usar nuestra voluntad por disminuir la inercia del samaskara y sembrar inercias favorables para nuestro destino.

Creo que la mejor forma de eliminar samskaras negativo es enriqueciendo con samskaras positivos. Mas que queriendo cortar de raíz esos samskaras negativos. Cuando queremos ocultarlos, no los debilitamos, simplemente se esconden de nuestra conciencia y es más difícil porque desde la parte subterránea cobran aún más fuerza.

Los Smaskaras son muy familiares para nosotros. En cierta manera, son lo que somos. Por eso, dejarlos ir, o incluso, el solo hecho de debilitarlos, muchas veces se vive con dolor o con gran dificultad. Ya sea una sensación muy fuerte a nivel emocional o algún dolor  a nivel físico.

Nunca es demasiado tarde para restar fuerza de samaskaras que sabemos que no nos benefician. Siempre, mientras estemos vivos podemos ser jardineras de nuestra propia vida.

Cuando meditamos o hacemos prácticas yóguicas como asanas, lectura de textos sagrados, cantos devocionales o ayuda desinteresada estamos debilitando samsakaras negativos. Practicar con esta conciencia es una gran motivación y los efectos no tardan en  reflejarse en nuestra vida cotidiana.

¿Qué son los arquetipos?

 

Si buscamos en el diccionario la palabra arquetipo nos encontramos con el siguiente concepto: “Modelo original que sirve como pauta para imitarlo, reproducirlo o copiarlo, o prototipo ideal que sirve como ejemplo de perfección de algo”.

Wikipedia  nos dice: Un arquetipo (del griego αρχή, arjé, ‘fuente’, ‘principio’ u ‘origen’, y τυπος, tipos, ‘impresión’ o ‘modelo’) es el patrón ejemplar del cual se derivan otros objetos, ideas o conceptos. Es el modelo perfecto. También puede entenderse como una estructura funcional que subyace a la conducta de un individuo, grupo o sociedad en su conjunto, estableciendo una serie de automatismos a los que se responde de forma continua.

Entonces, ¿Por qué es importante conocer los arquetipos? Porque los arquetipos representan cualidades que están dentro de mí (y de ti!). Son cualidades internas, imágenes o fuerzas que han permanecido vivas en nuestra cultura por más de 3mil años y que determinan nuestros pensamientos, nuestra creencias, nuestros impulsos, incluso nuestras sensaciones determinando nuestros deseos, decisiones y acciones.

Al conocerlas, hacemos consciente lo inconsciente. En vez de dejarnos arrastrar por su fuerza,  puedo hacerlas dialogar y hasta decirle a alguna: Epa! ya va! No ha llegado tu turno todavía.

Conocer los arquetipos femeninos es conocernos mejor y conocernos mejor es conocer mejor a todas las mujeres. Del conocimiento viene el perdón, el amor, la reconciliación y la paz.

                                                      

Jean Shinoda Bolen, una mujer que hoy día tienen alrededor de 75 años. Se ha convertido en una referencia en el estudio de los arquetipos femeninos con la publicación de su libro en 1984: “Las Diosas de cada mujer”. Es una aproximación a la psicología femenina y que nunca antes se había hecho. Estudia las principales diosas del panteón Griego y nos describe sus cualidades haciéndonos reconocer su fuerza arquetipal dentro de nosotras.

Shinoda Bolen estudia, con detalle, 7 diosas del panteón griego. Las ha dividido en tres categorías: las diosas vírgenes, las diosas vulnerables y las diosas alquímicas.

Las diosas vírgenes:

Estas diosas son Atenea, Artemisa y Hestia. Ellas tres son mujeres independientes, auto suficientes. Vírgenes, no porque no tengan o hayan tenido relaciones sexuales. Son vírgenes porque no son poseídas por el otro. No son "penetradas" por apegos emocionales que las desvíen de sus objetivos. La pasión no les conmueve. Por eso se dedican a desarrollar sus talentos, a resolver problemas, a contemplar, crear o expresarse sin nada que disuelva su concentración.

Como pueden imaginar, estas diosas no son las favoritas de nuestra sociedad patriarcal, que aplaude a la mujer esposa, a la mujer madre, a la mujer que dedica su vida a su hombre o a sus hijos. No hay diosas vírgenes en las telenovelas.

Cada vez que decides concentrarte en tu objetivo personal la fuerza de estas diosas o arquetipos dentro de nosotras nos susurran continuamente: “Solo tienes que ser fiel a ti misma".

Sin estos arquetipos, no tendríamos a una Santa Teresa de Jesús a quien quizás, no todos apoyaban su vocación religiosa; ni a una Amelia Earhart que se imaginaba volando un avión en vez de caminando hacia el alytar el al altar.

¿Y tú a qué mujer con arquetipo predominante de “Diosa virgen conoces?

Artemisa:

¿Qué pedirías tú fueras hija del propio Zeus y él te dice: te daré lo que me pidas? Bueno, Artemisa pidió: arcos y flechas, una jauría de perros de caza, una túnica suficientemente corta para correr por la naturaleza salvaje y una castidad eterna.

Esta diosa, inmune al enamoramiento, nos acompaña cuando decidimos concentrarnos intensamente en una meta, cuando decidimos, no ser la otra mitad de alguien, cuando nos sentimos completas en solitario. Pero ojo, tú mujer que te sientes identificada con ella: una mujer con una fuerte tendencia de Artemisa, no es heroica por el hecho de dejarse llevar por su impulso de autonomía, alejarse de sus seres queridos en internarse en el bosque plácida en sí misma. El verdadero reto para ella es abrirse al amor y explorar las delicias de la intimidad y las relaciones humanas, superando su temor a ellas.

Una mujer que es madre o se casa a temprana edad, sin tiempo de cultivar su Artemisa, puede pasar años con este arquetipo reprimido. Un divorcio, la graduación de sus hijos o llegar a cierta edad puede de pronto, dejar salir a Artemisa que coge su arco y su flecha y se va por el mundo a disfrutar de su autonomía.

Atenea:

La segunda de las diosas vírgenes. Atenea nació de Zeus. Lo suyo es la estrategia -por algo logró que Aquiles ganara a Héctor en batalla-. Lo suyo es la mente, la planificación, la gerencia, lo pragmático, examinar, comprobar, arrojar resultados tangibles. ¿Espiritualidad? ¿belleza? ¿maternidad? ¿erotismo? ¿naturaleza? ¡bah! diría Atenea. ¿Qué tienen de útil? La encontramos siempre con un escudo o una lanza, siempre protegida y activa. Prefiere una relación ecuánime una relación un matrimonio eficaz, a una romántica, (si es que la tiene). Prefiere algo que le funcione en vez de algo que le apasione.

Hestia:

Si alguna vez has querido ir a un ashram o a un retiro de silencio, ha sido la voz de Hestia haciéndose notar en ti. Si has sentido el placer del ordenar tu hogar y alguna vez -aunque sea por una vez- has encontrado en ello un sentido profundo, conoces a Hestia. Ella no era hija de Zeus, como Atenea y Artemisa, sino de Cronos y Rea. Haber sido tragada por Cronos y pasar tanto tiempo en sus intestinos debe haberle forjado esa paciencia y ese gusto por la soledad. Ella conoce el sentido de ser sin hacer. Como si no tuviese una imagen, un ego, un otro que la mire. Ella no dice “yo también soy”, solo con “yo soy” le basta. Hestia existe para ella y esa tendencia la hace regocijarse en la experiencia interna.

 

Las diosas vulnerables:

 

Amor, aprobación, necesidad de nutrir y ser nutridas son las motivaciones de las diosas vulnerables. Todas hemos sentido deseos de tener hijos, de casarnos, de entregarnos, de ser la princesa de alguien, (en mayor o menor grado). Por eso, los arquetipos más tradicionales en nuestra sociedad los de esposa, la madre y la hija (bueno, y la puta, pero de eso hablaremos mas adelante).

Deméter

 

Deméter es la madre. El mito cuenta que tuvo una hija con Zeus llamada Perséfone (que pronto veremos como arquetipo de la hija). Además, Deméter era la encargada de las cosechas. La sociedad griega atribuía a su voluntad las recolectas prósperas y a su enfado, las escasas. Todo iba de maravilla en la vida de Deméter, imbuida en su labor de madre, hasta que su hija fue raptada. Aquí es donde la historia se pone más interesante. Al serle arrebatada su hija (metafóricamente, se le arrebató la función de madre), Deméter, se deprimió. Se mandó a construir un templo para encerrarse a llorar y abandonó su función de nutrir. Su depresión casi mata de hambre a dioses y a hombres.

 

Como arquetipo de madre, Demeter es la que nos hace sentir ternura ante un bebé y hasta ganas de tenerlo en nuestros brazos. Es la que nos hace querer estar embarazadas y sentir un placer orgásmico al amamantar. La que nos conmueve cuando vemos un retrato de la Virgen con El Niño. La que quiere cuidar, alimentar, sostener, sanar, dar, apoyar, ayudar, nutrir, proveer.

 

Perséfone

 

Perséfone era una doncella adolescente. Estaba en el campo recogiendo flores, ingenua total. Poco consciente de sí misma –quizá por los excesos maternales de Deméter- y totalmente despreocupada del mundo. Fue presa fácil para Hades quien solo tuve que abrir un hueco desde las profundidades de la tierra para raptarla y llevársela con él al sub mundo.

No sabemos ni siquiera si Hades se llevó a Perséfone a la fuerza –aunque esta versión ha sido más favorable para las manifestaciones artísticas- quizás la convenció de que en el sub mundo había unas flores más bonitas y ella, complaciente y abierta, se fue.

Perséfone es, de las diosas, la más joven. Ella es la "eterna adolescente".  Sobre este arquetipo, advierte Shinoda: “El crecimiento exige que luches contra la indecisión, la pasividad y la inercia; debes decidirte y continuar comprometida, aún cuando la elección tomada deje de ser divertida”.

Hera:

 

Hera era la esposa legítima de Zeus. Regia, majestuosa y bella, -igual que mis abuelas-. Después de una boda feliz y trescientos años de luna de miel, Zeus se dedicó a sus múltiples amantes. Hera muestra entonces su otra cara: celosa, vengativa e iracunda. Planeaba continuas venganzas contra las amantes de su esposo, pero nunca contra él mismo. El gran dios del Olimpo es intocable, haga lo que haga o se comporte como se comporte. Además, Hera mantenía el estatus de esposa del dios, costara lo que costara.

Así pues, para el arquetipo de Hera, el matrimonio es lo que da sentido a la vida de una mujer.

La diosa Alquímica:

 

Afrodita:

 

Afrodita merece una categoría aparte porque es virgen en cuanto a que dueña de su sensualidad, belleza y erotismo y dependiente en cuento a que sí se abre a la relación con el otro. Afrodita nace de la espuma del mar cuando Cronos arrojó al mar los genitales mutilados de su padre Urano.

El motor que mueve a la mujer con una predominancia del arquetipo de Afrodita es la sensualidad, tanto en su aspecto sexual como en el aspecto artístico, por eso se dice que es la musa e inspiradora de los artistas.

 

¿Quién se lleva la manzana de oro?

“Toda mujer contemporánea se enfrenta a su propio juicio de Paris”, dice Shinoda.

Conocer la tesis de Shinoda Bolen me ha ayudado a darle una estructura al caos de mi mente. Lo que yo sentía como un saco sin fondo lleno de intereses incongruentes y deseos contradictorios - haciendo escándalo que parecía una lavadora averiada dentro de mi cabeza- se ha ido convirtiendo poco a poco, en una reunión en donde cada quien tiene su lugar. He aprendido a apreciar de dónde viene cada impulso y eso me permite comprenderme y aceptarme. Es lo que Shinoda Bolen llama: "la metáfora del comité".

Todo comité tiene un director que participa y observa. El éxito del comité depende de la calidad de su dirigente. Pero presidir el comité no es tarea fácil. A medida que profundizamos en nuestro conocimiento interior nos convertimos en mejores dirigentes. Conociéndolas bien, nos empoderamos de nuestras diosas, -esas fuerzas que ejercen una influencia tremenda dentro de nosotras- en vez de dejarnos arrastrar por ellas.

Todas y cada una de las diosas deben estar dentro del comité, que en este caso es nuestra conciencia.

Lo ideal es dar el turno a cada diosa. Ya sea en toda una etapa de vida o alternarlas en un mismo día o en una misma semana. Todas deben existir a través de nosotras. Todas están allí cuando quitamos el tiempo. Pero como humanas, viviendo una experiencia temporal, debemos ofrecer un tiempo para cada diosa.
Ahora lo sabes, ahora eres consciente y ya no puedes acudir a la indiferencia.

Ahora es cuestión de tener coraje. Coraje para cultivar aquellas diosas que lo piden, o para domar a las que lo necesitan. Ser valiente para cambiar de rol. Enseñarle al mundo – y a ti misma- el poder de tu diversidad. Comprender cómo ca-da-u-na de las diosas se manifiesta a través de ti. Saber que las grandes diosas del Olimpo están a tú servicio.

Explorar ese milagro de ser quien eres. Afinar el oído interno. Abrir los ojos hacia dentro. Desplegarte, mujer. Cómo dice Shinoda Bolen, conviértete en la heroína de TU PROPIA HISTORIA. Recuerda que eres única e irrepetible en toda la historia de eternidad.

 

Yoga Asanas y Arquetipos Femeninos

 

A lo largo del curso hemos visto la visión cíclica de la vida. Hemos aprendido a realizar diagramas lunares y hemos identificado ciertas tendencias o cualidades dentro de este diagrama lunar.

Como propuesta para tu autoconocimiento, te invito a:

Déjate envolver por la experiencia Azul Índigo

Subí para la montaña al final de una tarde.
Esperé sentada a que el telón oscuro (azul índigo) de la noche empujara los colores y el más bello índigo me cubriera por completo.
Fueron apareciendo, incontables, las estrellas orquestadas con asombrosa asimetría. Su luz plateada lucía impecable sobre el terciopelo azulado del cielo. Dentro de mí o más allá de ellas, sonaban violines, platillos y trompetas.
Observé una a una las estrellas y elegí, como quien selecciona las frutas más adecuadas del montón, a las que consideré más hermosas por su tamaño, el ritmo de su fulgor, o el colorido de su luz. Recogí en mis manos las selectas joyas de luz deleitándome con tal variedad de destellos.
Quise llevártelas. Sentarme en el suelo junto a ti y ofrecerte mi colección. Pero un ramillete de estrellas no es algo que se pueda meter en un bolsillo. Así que las guardé en mi corazón y aquí están. Son para ti.

No podemos cambiar el mundo, pero podemos hacer espacio para que lo más hermoso de la vida se manifieste. No podemos erradicar la violencia pero podemos crear momentos plenos de belleza. No podemos luchar contra lo atroz, pero podemos regalar caricias y sonrisas. No podemos hacer nada para detener las guerras pero podemos dar abrazos y decir: lo siento, te amo. No podemos liberar a los reprimidos pero podemos cantar y danzar.  No podemos detener el sufrimiento pero podemos gozar, si podemos. No está en nuestras manos acabar con el hambre pero podemos comer y cocinar con devoción y gratitud. Hacer real lo más bello. Y hacer que exista, si podemos. Yo estuve ahí. Yo lo viví. La cara hermosa de la vida estrechó su mejilla contra la mía.

Un antiguo reptil de la tristeza vive entre mis intestinos y mi diafragma. Duerme casi todo el tiempo pero  cuando se despierta me siento muy mal. Está lleno de moho, de telarañas y es enorme. Recordarlo  me da ganas de llorar, imagínate sentirlo. Si algo lo despierta y se mueve un poquito, siento tanto bochorno y pesadez  dentro de mí. Como una vergüenza o  una inmensa pena. Es tan grande y tan viejo que solo hace pequeños y pesados movimientos. Pero duele. Antes, yo no sabía que estaba ahí. Pero descubrirlo no hizo que se fuera. No. No he podido expulsarlo en mis lágrimas, ni en mis gemidos. A veces, pasa mucho tiempo dormido y me olvido que está allí. Pero cuando algo lo despierta, sus garras gastadas empiezan a arañarme las vísceras y sus crestas envejecidas estrujan mi plexo. Creo que se siente atrapado y empieza a llorar y lloro yo con él. Empapada de tristeza, siento sus pinchazos y recibo, sin huir, las repugnantes sensaciones. Le digo que estoy aquí, observándolo, y empieza a calmarse. Parece que mis palabras le dan sueño. Dejo de sentir los arañazos. Qué alivio. Ya se ha vuelto a dormir el antiguo reptil. 

Cuando un niño asiste a su primera clase de yoga, la mayoría de las veces ocurre algo maravilloso: parece que uno se lo estuviera recordando, más que enseñando por primera vez. Como si las posturas estuviesen ya en sus memorias, los niños aman re-descubrirlas en cada clase. Las realizan con gran curiosidad, atención y receptividad, siempre riéndose por las formas que están expresando con su cuerpo.

Lo que siempre me gusta resaltar es que la práctica de yoga para niños no pretende ser ni competitiva, ni demostrativa. Es decir, no practicamos Yoga para ser mejor que nadie -solo mejor que uno mismo-. Tampoco para hacer una presentación al final del curso. Más bien, Yoga es  toda una aventura de auto-conocimiento.

Muchas veces llegan al yoga niños a quienes les diagnosticaron problemas de atención y resultan ser los más inteligentes y atentos. Esto no es porque el yoga sea bueno para los niños con problemas de atención -que también lo es-, es simplemente porque les interesa, porque tiene que ver con ellos, porque están jugando sin la angustia de que otros sean mejor o peor que ellos, juegan sin el estrés de tener que demostrar a los demás su propia valía, solo deben descubrirla para ellos mismos. Jugar: ¡NUESTROS NIÑOS TIENEN QUE JUGAR! Esta es la base de mi enseñanza. Y el Yoga es lúdico en sí mismo, ¿o es que al practicarlo no estamos “jugando” con nuestro cuerpo?

yoga_nia

Los beneficios de practicar yoga son innumerables. Quienes llevan tiempo practicándolo pueden comprobar en sí mismos estas bendiciones para su salud física y mental. Los niños, gracias a su práctica constante, fortalecen sus músculos, liberan tensiones, favorecen la espina dorsal y los nervios de todo el cuerpo, flexibilizan sus articulaciones, aumentan su equilibrio y concentración, corrigen la postura corporal, oxigenan sus células, desarrollan la memoria, regulan el sistema endocrino del cuerpo, mejoran su sistema inmunológico, disipan las tensiones, etc. Claro, ellos creen que solo están “jugando”.

Ahora bien, como maestra de yoga para niños, mi intención va más allá de comprobar un listado de beneficios físicos. Busco  que los niños descubran su espacio interior y se sientan a gusto en él. Les enseño cómo hacer conciencia de  su cuerpo para cuidarlo y amarlo. Quiero que aprendan a estar atentos a sus pensamientos, para que nada dentro de ellos  ocurra sin su observación y su permiso. Quiero enseñarlos a pensar, actuar y vivir desde la luz de su corazón. Mi labor es entregarles las  herramientas  de auto perfeccionamiento que yo misma he descubierto en mi práctica de yoga, tesoros que se llevarán con ellos para el resto de su vida.

Como podrán concluir, a los niños les gusta el yoga: y mucho. ¡Cómo nos hubiésemos beneficiado muchos de nosotros si nuestra niñez se hubiera nutrido de esta práctica! ¿verdad? y no estoy hablando precisamente de que seríamos más elásticos, o más delgados, más saludables o más fuertes.  Me refiero a la  postura que tendríamos frente al universo. Si hubiésemos crecido atentos a los dictados de nuestro corazón. Si desde niños respiráramos profundo en los momentos difíciles.  Si hubiésemos trabajado el placer de hallar un centro físico, mental y espiritual. Si “cepilláramos” nuestra mente a través de la meditación, con la misma naturalidad con la que cepillamos nuestros dientes. ¿Cómo sería nuestra sociedad actual si siendo niños hubiésemos descubierto este apasionante mundo del Yoga?.

Cuando me preguntan ¿qué tal Vipassana? Me cuesta responder. Un simple “bien” suena tan vacío. Suena igual como si hubiese ido a Margarita o a Cancún. Así que respondiendo “bien” me siento falsa y no porque no me haya ido bien, sino porque se trata de un “bien” tan distinto. Por eso decidí ir escribiendo Fragmentos de Vipassana en mi blog (avryl-yoga.blogspot.com). Allí les cuento por ejemplo cómo fue que rompí el silencio o cómo descubrí el poder de la postura de loto para “flotar”. Pero, para quienes no quieren leerse el cuento completo, aquí les va mi mejor intento de responder a la pregunta ¿qué tal Vipassana?

La meditación Vipassana redireccionó mi búsqueda hacia lo único que realmente me concierne: el marco de mi cuerpo. En los últimos meses he tenido lecturas, conversaciones y experiencias que tenían mi interés en las galaxias, en otras dimensiones, en otras vidas. Empecé a creer en cosas que nunca antes pensé en creer algún día, como los ángeles, los pleyadianos, las orbes, los seres que te utilizan como canal. El retorno de Innana, El morir conscienteUn curso de milagros, las charlas de Matías D´Stefano, son algunas de las cosas que han estirado mi mente con la elasticidad de un chicle bien masticado. No reniego de todo esto, pero Vipassana me “salvó” de quedarme divagando y me invitó a ocuparme de lo único que solo a mí me incumbe: mis sensaciones, mi cuerpo. De la piel hacia adentro hay tanto que sentir, hay tanto que resolver, tanto que descubrir y que dejar salir, -todo podría agruparse en el verbo “sentir”- que agradezco la oportunidad de mirar en la dirección correcta.

Durante los primeros tres días del curso te dedicas a “afilar tu mente” concentrarte en determinado punto de tu cuerpo: entre el labio superior y la nariz, y pasas casi 4 días solo haciendo eso, sintiendo ese pequeño espacio. Te sientes atrapado. La mente, tan infinitamente amplia, siente que le ponen una camisa de fuerzas. Pero el 4to día comienza la verdadera aventura. Comienzas a practicar Adhytana (la firme determinación de no mover ni la cabeza, ni los brazos ni las piernas durante toda la hora). Con esa mente disciplinada y muy capaz de enfocarse, comienzas a recorrer -porque así lo indica la técnica- cada célula del cuerpo de la cabeza a los pies y de los pies a la cabeza. Creo que lo que me hubiera costado muchos años en el diván de un psicoanalista lo resolví allí, sentada, entregada al simple hecho de “sentir”. Pasar tantos días dedicada a sentirme me regaló otra perspectiva de mí misma. Es desproporcionada la manera en que hemos regalado a nuestra mente todo el poder. Ya no podemos sentir sin pensar en ello, convirtiendo a la mente en la primera distracción de lo verdaderamente importante: la sen-sa-ción. Incluso hemos dejado a nuestra vida huérfana de esa guía que es el sentir y todo lo queremos resolver con el pensar. Nuestras relaciones, nuestras decisiones, nuestra cotidianidad en sí está llena de sensaciones que ¡hablan por sí mismas! No hay que ponerse a pensar en ellas. Le hemos dado la palabra a la mente hasta el punto que le hemos bajado el volumen al resto de nuestro basto y sabio cuerpo.

Vipassana te ayuda a hacerlo al revés: bajar el volumen a los pensamientos y subírselo a las sensaciones de tu cuerpo. Ya inmersa de nuevo en mi cotidianidad de madre, esposa, vecina, escritora, profesora de yoga, amiga, consumidora, y un largo etcétera de roles que jugamos a ser, si bien no acudo a la meditación cada mañana y cada noche como me gustaría, ya la necesidad de sentarme a meditar es más frecuente. Es como limpiar el trapito. Limpias con el trapito pero luego debes ir y limpiar al trapito. Todos los días hacemos una colección de sensaciones, todo lo que piensa nuestra mente compulsiva, todo lo que hablamos con los demás y todas las experiencias en que nos vemos involucrados durante el día, por sencillas o monótonas que puedan parecer, dejan en nosotros una huella.

Cada vez que te sientes a meditar, esas emociones/sensaciones emergen, si las escondiste en algún rincón de tu cuerpo, la meditación dejará que salgan. En una próxima entrada les ofreceré más reflexiones sobre mi experiencia de Vipassana. Mientras tanto, te invito a concientizar tus sensaciones. Hazlo al menos durante 15 minutos cada día. Dedícate un rato a solo sentirte. Verás cómo la mente no quiere quedarse callada, eso no importa, déjala ser y vuelve al trabajo: sentir. Son muchas las veces que tienes que volver a sentir tu cuerpo porque algún pensamiento te llevó lejos de él. ¡Esa es la práctica! ¿Y tú? ¿estás pensando tomar Vipassana? ¿a qué le temes? ¿Eres de los que ya la tomaste? ¡Cuéntame! Me encantará leer tus comentarios.