Conocer los arquetipos tal como los describe Shinoda es un diálogo interno, hay que tener coraje para ir allí, para sentar a todo tu comité de diosas en una mesa redonda y darles la palabra a cada una. Estudiar los arquetipos es un encuentro con nuestros propios excesos, con nuestras las carencias, con todo lo vivido y lo que aún nos queda por vivir. Sabía que retomar el tema de los arquetipos para compartirlo contigo, no sería una tarea fácil, pero estaba dispuesta. Y aquí estoy probablemente presidida por mi Deméter, el arquetipo de la madre en mí, que se regocija compartiendo con ustedes estos saberes, como una madre generosa que desea nutrir al mundo.
Música
Así pues, Deméter es la madre. El mito cuenta que tuvo una hija con Zeus llamada Perséfone, de quien hablamos en el episodio número 5. Además, Deméter era la encargada de las cosechas. La sociedad griega atribuía a su alegría las recolectas prósperas y a su enfado, las escasas. Todo iba de maravilla en la vida de Deméter, quien estaba con su Perséfone, imbuida en su labor de madre, hasta que un día su hija fue raptada. Al serle arrebatada su hija (metafóricamente, se le arrebató la función de madre), Deméter, cayó en una depresión tan profunda que el mundo se quedó sin cosechas y muchas personas murieron de hambre, según cuenta el mito.
Deméter, como la madre en esencia, no tenía recursos para pensar que quizá su hija podría sentirse a gusto en su nuevo espacio, y mucho menos pensó Deméter en que así tendría más tiempo para otras cosas. No Deméter. Se mandó construir un templo para encerrarse a llorar y abandonó su función de nutrir al mundo.
El mundo no sería el mundo sin el arquetipo de la madre. Es ella la responsable de que sintamos ternura ante un bebé y la consecuente disposición para cuidarlo. Pero no solo Deméter es la que nos hace estar embarazadas y conectar con el placer de amamantar. Deméter es la parte de nosotras que quiere cuidar, alimentar, sostener, sanar, dar, apoyar, ayudar, nutrir, proveer, enseñar, proteger. Yo estoy convencida de que el mundo fuese un lugar mejor si las mujeres tuviésemos mayor participación en la toma de decisiones económicas y políticas. Porque ninguna mujer mandaría a su hijo a la guerra, ninguna madre permitiría que su hijo muriera de hambre o sed. Y toda mujer que no sea madre aun así puede conectar con este sentimiento de protección y cuidado porque el arquetipo de la madre pulsa en su interior.
Muchas veces, en los talleres y formaciones, hablamos sobre dónde estaban las mujeres de la historia, por qué es tan desequilibrado el número de hombres con respecto al número de mujeres, inventores, científicos, filósofos, poetas, médicos. Y yo les pregunto a las chicas, ¿dónde están esas mujeres? ¡Criándolos a ellos! Amamantándoles, acompañándolos durante 7, 15, 20 años de su vida dedicada a proveer y proteger el desarrollo de otro ser.
Esta es la forma más evidente para mí de ir más allá de tus propios intereses, la madre tiene como Su interés el bienestar de su hijo, se pone de segunda o de tercera en la lista de prioridades. Y puede pensarse que esta es una cosa animal, un comportamiento esperable en cualquier mamífera, pero, los seres humanos tenemos también poder para elegir y aun así elegimos proteger, cuidar, nutrir a otro. Una mujer excesivamente Atenea que se ponga a sacar la cuenta de cuanto le cuesta tener un hijo , es que nunca lo tendría, es absurdo pensar en cuánto cuesta la hora del trabajo de una madre, la energía que invierte en cuidar de su niño por tantos años. Esto tendría que estar subvencionado por el estado porque además sería el círculo virtuoso más positivo para la sociedad a largo plazo. “El futuro o el éxito de los chicos en una sociedad competitiva depende más de la estructura emocional, del amor, de la mirada, de la contención, de la comprensión de una madre verdaderamente física, mental y emocionalmente disponible para el".
Una madre feliz, con el tiempo y la disponibilidad suficiente para ser madre, es decir que sus necesidades básicas de vivienda, comida, entretenimiento autocuidado estén satisfechas, seguro que hará un hijo bueno, es la mejor inversión que el estado puede hacer para crear seres humanos productivos realmente si es eso lo que se quiere.
En fin, que me fui por el camino panfletario, pero es que para mí que he sido madre dos veces y para cualquiera que me escuche que haya vivido en su propia piel la exigencia que significa criar a otro ser humano, es obvio que algo va mal en la sociedad y que, comenzar a mejorar el mundo es comenzar a mejorar la forma de nacer y el cuidado que cada nuevo integrante del circo recibe durante sus primeros años de vida.
Uy que a gustito me he quedado. Pero no, esta no es una manifestación ni su intención es servir de protesta (bueno un poco sí) pero mi intención primordial es que nos conozcamos mejor y nos amemos más, así que vamos a vernos cara a cara con Deméter.
Si Deméter es el arquetipo que dicta el curso de la vida de una mujer, y ser madre es el único rol importante en su vida, cuando se ve en posición de no ser necesitada (por ejemplo, cuando los hijos alcanzan independencia) la mujer puede sumirse en una profunda depresión, pues, se le ha arrebatado el sentido de su vida. Cuenta Shinoda Bolen que son innumerables las mujeres entre 50 y 60 años que acuden a su consulta al sentirse muy deprimidas por el síndrome del nido vacío, se han ido sus hijos de casa. Uf, yo solo lo digo y se me ponen los pelos de punta porque esta servidora fue madre por primera vez a los 21 años y sí que ser madre ha sido uno de los ejes conductores de su vida, el máximo cable atierra a veces me pregunto si maternidad y yoga habrán sido sobre todo unos salvavidas para esta mujer extremadamente sensible y poco adicta a la intensidad que fácilmente, de no ser por tener un jardín tan hermoso que cuidar quizá hubiese sido presa de un rapto con pocos motivos para volver. No lo sé. Estoy especulando. Lo que sé es que estoy aprovechando cada di a que mis hijas están en casa conmigo porque se´que más pronto que tarde alzarán el vuelo. Por suerte tengo mis otros arquetipos esperando frotándose las manos y haciendo planes.
Muchas mujeres, y muchas personas en general, nos volvemos adictas a ser necesitadas. Y aquí es donde comienza la delgada línea que divide la luz de la oscuridad, el arquetipo. Cuidar y controlar son dos caras que están muy juntas, no son lo mismo, claro que no, pero es muy fácil confundirlas. Bajo el impulso de proteger, sin darnos cuenta, nos creemos con la libertad de adueñarnos de la vida del otro, de dirigir sus acciones, de influir en sus decisiones. Porque como nos cuesta aceptar su sufrimiento. Estamos tan involucrados, que su dolor es nuestro dolor, pero es nuestro dolor multiplicado por dos y hacemos lo que sea por evitárselo, por evitárnoslo. Se nos olvida, que nuestros hijos, o cualquier persona que esté a nuestro cargo, solo aprenderá a través de sus propias vivencias y sus propios errores y el primer paso que podemos dar, es dejar que ocurra.
Una mujer cuya Deméter ha tomado el control de su vida, se ha acostumbrado tanto a dar que puede bloquear su capacidad de recibir. Yo me acuerdo que mi suegra, la mamá de mi ex, amaba darnos regalos y siempre nos hacía unos regalos buenísimos y luego cualquiera que fuera el regalo que le daba uno, era como, ah, gracias. Pero no había un auténtico placer en ello. Si eres de las que ayuda, pero no te dejas ayudar, de las que da, pero no te agrada recibir, es probable que el arquetipo de Deméter esté tomando el control de tu vida.
Aquí es muy interesante como a veces el aire que intenta apagar un fuego, es el mismo que lo enciende. Tantas veces que queremos ayudar a otros sin que realmente nos lo hayan pedido. Y luego cuando nos piden espacio decimos “yo solo quería ayudar”, pero es que no nos habían pedido ayuda realmente. Además ayudar, solo el hecho de ayudar es ponerse por encima del otro, no? Soy superior a ti y tu necesitas mi ayuda. Es delgada la línea entre ayudar y servir y qué importante es poder ver cuando no ayudar es la mejor forma de ayudar. ¿Sabes? Cuando ayudar es perpetuar la condición del otro. Muy delicada la línea.
Estudiar a Deméter, exige un gran trabajo introspectivo. Por eso Laura Gudman escribió su maravilloso libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”. Un libro muy acertado para acompañar a las madres que, como es de esperar, están siendo desbordadas por el rol de maternar.
Pero para quienes no sean madres, aun así el arquetipo de Deméter nos invita a proveer, a gustar, a proteger, a dar satisfacción. Y hayq ue tenerlo muy visto porque muchas veces tendríamos que atrevernos a no gustar, a no satisfacer, a no complacer al otro. Y es algo que solo nosotras podemos regular, cuando no lo regulamos, cuando escuchamos a una amiga más tiempo del que deseamos, recibo un comentario que no me gusta y aun así sonrío para que el otro no se sienta mal, cualquier momento en que doy más de lo que realmente siento que puedo dar, las únicas que se están traicionando a sí mismas somos nosotras amores. Ah, no, pero nos enojamos con el otro. El arquetipo de Deméter nos desafía a poner límites, por eso te digo que lo mejor que podemos hacer el cultivar el arte de maternarnos a nostras mismas.
Hay que sentarse a hablar con Deméter, con tu Deméter. Algunas caemos en la incoherencia, por ejemplo yo adoro cocinar para otros, o planificar los menús para los retiros, o que venga una amiga o amigo a comer a casa, pero puedo pasar toda una semana improvisando comidas para mí misma. Por eso te digo que el camino de conocerme mejor y amarme más comienza por maternarme bien a mí misma, ser la madre más cuidados que se pueda tener.
Oh Deméter yo solo quiero darte las gracias por mostrarme el más puro amor. Quiero que tu mirada compasiva me acompañe en mi camino que pueda nutrir a otros tanto como me nutro am i misma. Que pueda cuidar sin controlar, proteger sin bloquear, que me acompañe el coraje para ver a mis hijas hacer su vida más allá de mí. Que pueda sentir que la vida es una madre que me acoge y me enseña de la forma más tierna y sabia.
Mujer, gracias por estar conectada con este tema, aprendiendo a conocerte mejor a ti y a todas las mujeres del mundo y conectando con ese amor que surge del conocimiento, de la comprensión, de la condición humana que todas compartimos.
La próxima semana viene a nuestra mesa una mujer que no puede venir sin su marido, o sin el permiso de su marido, y solo vino con la condición de que su marido la va a escuchar, a ver, a aprobar, se te ocurre quien puede ser? Escríbeme un email a hola@yogaconavryl.com o mensaje por Instagram! @yogaconavryl.com
Muchas gracias por tu paciencia y tu perseverancia en el camino de conocernos mejor y amarnos más.
He escuchado más de una vez a algunas mujeres con una actitud altiva y una seguridad absoluta, expresar su decisión de no tener hijos con palabras como: “¿para qué dedicar tu vida a otro ser humano?”, “!Vaya desperdicio!”, “con tanta gente que hay en el mundo, ¿para qué traer a una persona más?, ¡es anti-ecológico!. Debo confesar que, ante estos comentarios, despiertan muchas voces en mi interior y me cuestionan mi vida, madre de dos hijas, fiel devota de ambas, por quienes he renunciado a diversos placeres que me hacían sentir muy viva.
Cada mañana, agradezco a la vida. Amo ser madre. Si al ver florecer una flor siento asombro y admiración; si con los animales siento gran conexión al verlos moverse, al ver sus ojos, al percibir su alma, no puedo explicar lo que experimenta mi cuerpo y mi espíritu al ver el brillo en los ojos de mis hijas, al tener esa conexión profunda entre mi corazón y el de ellas. La feminidad es sagrada. Eres la tierra andante, abierta a recibir las semillas y engendrar los frutos, eres canal de otras almas, vehículo que conecta al cielo con la tierra. Fecundar, crecer, nacer, amamantar, amar, educar, liberar. La emoción de ver a los niños moverse por sí mismos, presenciar el paso del no-existir, al sí-existir, de aquello que antes estaba vacío y ahora ocupa un espacio, genera un calor. Aprehender la paradoja de traer al mundo a un ser y aún así, no sentirte su dueño. Apreciar la fusión de dos cuerpos en uno, dos espíritus en uno, una nueva mezcla, un nuevo llamado del alma que quiere venir a tener
experiencias humanas. Ser madre, la máxima prueba de humildad, entregarse, abrirse, deformarse, transformarse, volverse tan vulnerable… Cuánta valentía es necesaria para convertirse en madre. Cuánta grandeza es necesaria para experimentar la magnitud de ese amor. Verse en otro ser, sentir el contacto de tu propia piel, fuera de ti, saber que te desplegaste, te reprodujiste, te desprendiste y sigue perseverando la vida, la humanidad. Tu ego se disuelve al sentirte servil para otro, al sentirte vivo en otro. El amor a los hijos es el único amor real, es allí donde la irracionalidad y la racionalidad se mezclan y eres más humano que nunca, al conmoverte ante tu hijo, al amarlo, al cuidarlo, al educarlo. Crecer con los hijos, vivir con los hijos, ya hay a quien dar un ejemplo, ya hay ante quien ser un héroe, un Buda, un universo, un soporte. Es absoluta la necesidad de convertirte en mejor persona, en un ser que busca la perfección.
Así como cuando amanece y comienzas tu día haciendo algo útil -y luego te sientes relajado el resto del día porque hiciste aquello que tenías que hacer- pues así se siente ser madre. Se siente estar cónsono con el universo. Engendrar la vida. Ser parte del ciclo y experimentar el más puro amor que puede sentirse mientras se ande por esta Tierra.