Los beneficios de meditar pueden apreciarse desde el primer minuto. Un solo minuto de hacer una pausa y observarnos puede mejorar completamente el resto de nuestro día. Sin embargo, establecer una práctica diaria y consistente a lo largo del tiempo nos aporta beneficios verdaderamente trascendentales. La paz interior, la dicha suprema, la certeza de la indestructibilidad del Ser son nuestros anhelos más profundos. Más aún, son cualidades que nos pertenecen, que forman parte de nuestro estado natural y que están allí esperando por nosotros. Por todo esto hay que planificarse, sistematizarse, implantar una metodología.

Las bases de la práctica

Dice mi maestro Tomás Rodríguez que meditar es:

 

 

“Desarrollar un músculo que nos permite desidentificarnos de nuestros pensamientos”

 

Lo que más me gusta de este concepto es que al verlo como un músculo, entendemos que es algo que necesita práctica y constancia. También es interesante que no dice que los pensamientos cesan, ni que la mente debe quedarse en blanco. Si no que algo en nosotros, con la práctica logra diferenciarse de ellos.

El Espacio

Tener una habitación para meditar sería la opción más afortunada. Dicen los maestros que la energía meditativa impregna las paredes y el espacio del meditador por lo cual, una habitación destinada exclusivamente a la meditación, si es un lujo que te puedes dar, considéralo. Si no, una esquina, una silla, una alfombra en el suelo, son espacios que cualquiera puede generar.

Solo hace falta algo que te aísle del suelo, el cojín o manta necesarios para colocarte en postura y una manta que te cubra los hombros y te haga sentir protegido, presto a la introspección.

Si lo deseas, la figura de un maestro, o cualquier imagen que te inspire o te transmita paz, el aroma del incienso y la llama encendida de una vela pueden ser complementos que contribuyan a forjar esa atmósfera meditativa. Sin embargo, nada de esto es imprescindible ni garantiza el éxito de la meditación. Es un decorado que puede cumplir muy bien la intención de sugestionar, de acompañar, pero la meditación, recuerda, es un proceso completamente interno, por decirlo así, de la piel hacia dentro.

El reloj

Lo que sí es imprescindible es el uso del reloj. Cuando te sientes a meditar debes tener cerca un cronómetro que te ayude a mantener el tiempo que has destinado a meditar. 1, 5, 10, 15, 25, 45 o 60 minutos, cualquiera que sea el tiempo que hayas planificado o elegido, ponlo en un reloj. Recuerda que dentro de la mente el paso del tiempo es absolutamente relativo. Es muy fácil creer que han pasado 10 minutos cuando solo han pasado 3, así como es muy tentador, salir del trabajo antes del tiempo programado porque ha surgido algún pensamiento o incomodidad. Así que el uso del reloj sí que es imprescindible para tu práctica diaria y, por supuesto, la firme resolución de permanecer el tiempo previsto.

Si te es posible, prográmate 10 minutos para poder reflexionar acerca de tu meditación, digerir la experiencia y hacer las anotaciones en tu diario.

 

El uso del diario

Muchas cosas pasan en nuestro cuerpo, mente, emociones cuando estamos sentados meditando. Una nueva sensación, una nueva experiencia del cuerpo, una emoción que emerge, incluso una idea que consideras aplicable y grandiosa. No obstante, el tiempo de la meditación, es el tiempo de la meditación y nada más. Analizar, reflexionar  y otras funciones de la mente déjalas para cuando suene el cronómetro avisando de que ha finalizado el tiempo y escribe un tu diario tan inmediatamente como te sea posible. No subestimes esta parte del entrenamiento. Es muy importante, para tu progreso, estudio y entendimiento de ti mismo. Un científico no se atreve a hacer un experimento sin tomar nota de ello.

 

El horario

Lo más importante es la regularidad. Es decir, la práctica diaria. La mejor hora es entre las 4 y las 6 am. Imagina cómo están las aguas de un lago o las arenas de un desierto después de muchas horas sin que nadie las mueva. Así encontrarás tu mente a estas horas. De todas maneras, cualquier hora en que te sea posible es mejor que nada.

 

La postura

Componer una postura que invite a un estado meditativo es la mitad del trabajo, es la plataforma sobre la que desarrollas el resto de tu práctica. Dicen las escrituras que todo el sistema de yoga se diseñó con el fin de sentarte a meditar estable y cómodamente.

Lo más importante a considerar es que tu espalda  pueda estar erguida sin que eso implique hacer un esfuerzo. Para ello, tus caderas deben situarse por encima de tus rodillas. Por eso, el uso de un banco de meditación o cojín de meditación es muy necesario, sobre todo los primeros años de práctica cuando los caballos desbocados de la mente tienen aún mucha fuerza. Lo mejor es acondicionar el cuerpo, haciendo de él el mejor espacio, lo más confortable posible, un asiento desde el cual te sea posible permanecer quieto físicamente y desde esa quietud, observarte.

La verticalidad de la columna no es un capricho. ¿Has visto con cuánta naturalidad se alza la llama de una vela? ¿Te imaginas la llama de una vela torcida? Te has dado cuenta de cómo el agua sale por una manguera mucho más fácilmente si esta está erguida?

 

Una mente  libre de expectativas

Seamos honestos, nos resulta casi imposible la famosa frase “no tener expectativas”. Las expectativas son parte natural de tu condición humana, una función de tu mente, diseñada para tener esta experiencia en el espacio tiempo. Sabes que todo se está moviendo continuamente, que el presente es el resultado de decisiones del pasado y que el futuro se aproxima de forma inexorable. Tu mente, expectante, espera, elige una intención para que ese futuro sea como tú quieres que sea. Soltar expectativas quizá no sea la mejor expresión ya que aunque tú creas que las sueltas, en capas más profundas sigue la expectativa que se había creado tiñendo la experiencia según esta se acerque o se aleje de lo esperado de ella.

Entonces, el primer paso es reconocer qué expectativas se tienen y ubicarlas en ese lugar, son simplemente expectativas. Cajas que ha creado la mente para que la experiencia encaje en ella. Muchas expectativas no son fáciles de reconocer, por eso, el reconocimiento, es una práctica en sí que también mejora con el tiempo. Como auto observadores, podemos llegar a reconocer la expectativa cuando apenas se acerca o está muy pequeñita. Mientras que una mente poco entrenada deja que las expectativas creen un bunker dentro de él haciéndolo mucho más difícil de disolver.

Antes de sentarte reconoce las expectativas que pueda haber ya que esta parte del proceso es fundamental para la próxima parte, quizá, según mi entender, la más importante de todas. A veces, las expectativas se reconocen a posteriori, es decir, una vez que te has decepcionado, te das cuenta de que el origen de tu contracción es una expectativa no satisfecha.

 

 

 

Los obstáculos de la práctica

Comienza la jardinería…

Los samskaras

Los Samskaras son las huellas, las impresiones que quedan en nuestro cuerpo sutil de nuestras experiencias pasadas. Sobre todo aquellas experiencias que nos han hecho darnos cuenta de somos conscientes.

La metáfora más bonita para explicar los Samskaras es que son como semillas. Cada experiencia, cada pensamiento y cada acción a lo largo de nuestra vida es una semilla fértil que puede crecer y hacerse un árbol fuerte o simplemente no desarrollarse hasta volverse  muy débil.

No se puede hablar de que los samskaras son “buenos” o “malos”, simplemente son semillas que desenvuelven un tipo de árbol y algunos de estos árboles son funcionales para nuestro verdadero gozo y bienestar, mientras que otros no.

Mientras estamos vivos, continuamente estamos acumulando samskaras a la vez que estamos haciendo crecer o debilitando, sanaskaras antiguos.  Si crees en esto y desarrollas la confianza en ti misma (otro samaskara) serás una gran jardinera de tu propia vida.

Cada ves que realizamos una acción o un pensamiento, la huella del samaskara se refuerza más. Así como, el hecho de no hacer esa acción o no alimentar el pensamiento, hace que las huellas (samskaras) se debiliten.

Las adicciones no son otra cosa que corrientes químicas que han adquirido una fuerza muy grande. Como una hierba muy fuerte que quita espacio a otras hierbas.

La metáfora de la jardinería resulta formidable porque  siempre se pueden planta nuevas plantas e incluso, algunas “malas hierbas”, si se saben  controlar sirven como protectoras y cuidadoras del jardín.

“Cuanto más fuerte es el hábito, menos dominio tenemos sobre nuestra mente cuando tratamos de ejecutar una acción que es contraria a él.” Pandit Rajmani Tigunait

 

No hace falta recordar ni cómo ni cuándo comenzó el proceso. Quizá estoy ayuda a identificar el samskara y ser más consciente de él. Lo que importa es lo que se hace para robustecerlo o debilitarlo. Y también, es importante la toma de conciencia de cada nuevo samskara, cada nueva semilla que se va creando.

Los samskaras hacen que percibas el mundo de determinada manera. Generan tus patrones de pensamiento y, en consecuencia la forma en que interpretas y reaccionas a lo que te ocurre. Son tan fuertes que la mayoría de las veces, la reacción se te adelanta y ya la química de tu cuerpo está impregnada del efecto de ese samskara sin que hayas podido hacer algo para detenerla. Sin embargo, insisto, siempre se puede fortalecer o debilitar aunque ya esté allí esa planta queriendo mantenerse viva. Queda de nosotros usar nuestra voluntad por disminuir la inercia del samaskara y sembrar inercias favorables para nuestro destino.

Creo que la mejor forma de eliminar samskaras negativo es enriqueciendo con samskaras positivos. Mas que queriendo cortar de raíz esos samskaras negativos. Cuando queremos ocultarlos, no los debilitamos, simplemente se esconden de nuestra conciencia y es más difícil porque desde la parte subterránea cobran aún más fuerza.

Los Smaskaras son muy familiares para nosotros. En cierta manera, son lo que somos. Por eso, dejarlos ir, o incluso, el solo hecho de debilitarlos, muchas veces se vive con dolor o con gran dificultad. Ya sea una sensación muy fuerte a nivel emocional o algún dolor  a nivel físico.

Nunca es demasiado tarde para restar fuerza de samaskaras que sabemos que no nos benefician. Siempre, mientras estemos vivos podemos ser jardineras de nuestra propia vida.

Cuando meditamos o hacemos prácticas yóguicas como asanas, lectura de textos sagrados, cantos devocionales o ayuda desinteresada estamos debilitando samsakaras negativos. Practicar con esta conciencia es una gran motivación y los efectos no tardan en  reflejarse en nuestra vida cotidiana.

Cuando me preguntan ¿qué tal Vipassana? Me cuesta responder. Un simple “bien” suena tan vacío. Suena igual como si hubiese ido a Margarita o a Cancún. Así que respondiendo “bien” me siento falsa y no porque no me haya ido bien, sino porque se trata de un “bien” tan distinto. Por eso decidí ir escribiendo Fragmentos de Vipassana en mi blog (avryl-yoga.blogspot.com). Allí les cuento por ejemplo cómo fue que rompí el silencio o cómo descubrí el poder de la postura de loto para “flotar”. Pero, para quienes no quieren leerse el cuento completo, aquí les va mi mejor intento de responder a la pregunta ¿qué tal Vipassana?

La meditación Vipassana redireccionó mi búsqueda hacia lo único que realmente me concierne: el marco de mi cuerpo. En los últimos meses he tenido lecturas, conversaciones y experiencias que tenían mi interés en las galaxias, en otras dimensiones, en otras vidas. Empecé a creer en cosas que nunca antes pensé en creer algún día, como los ángeles, los pleyadianos, las orbes, los seres que te utilizan como canal. El retorno de Innana, El morir conscienteUn curso de milagros, las charlas de Matías D´Stefano, son algunas de las cosas que han estirado mi mente con la elasticidad de un chicle bien masticado. No reniego de todo esto, pero Vipassana me “salvó” de quedarme divagando y me invitó a ocuparme de lo único que solo a mí me incumbe: mis sensaciones, mi cuerpo. De la piel hacia adentro hay tanto que sentir, hay tanto que resolver, tanto que descubrir y que dejar salir, -todo podría agruparse en el verbo “sentir”- que agradezco la oportunidad de mirar en la dirección correcta.

Durante los primeros tres días del curso te dedicas a “afilar tu mente” concentrarte en determinado punto de tu cuerpo: entre el labio superior y la nariz, y pasas casi 4 días solo haciendo eso, sintiendo ese pequeño espacio. Te sientes atrapado. La mente, tan infinitamente amplia, siente que le ponen una camisa de fuerzas. Pero el 4to día comienza la verdadera aventura. Comienzas a practicar Adhytana (la firme determinación de no mover ni la cabeza, ni los brazos ni las piernas durante toda la hora). Con esa mente disciplinada y muy capaz de enfocarse, comienzas a recorrer -porque así lo indica la técnica- cada célula del cuerpo de la cabeza a los pies y de los pies a la cabeza. Creo que lo que me hubiera costado muchos años en el diván de un psicoanalista lo resolví allí, sentada, entregada al simple hecho de “sentir”. Pasar tantos días dedicada a sentirme me regaló otra perspectiva de mí misma. Es desproporcionada la manera en que hemos regalado a nuestra mente todo el poder. Ya no podemos sentir sin pensar en ello, convirtiendo a la mente en la primera distracción de lo verdaderamente importante: la sen-sa-ción. Incluso hemos dejado a nuestra vida huérfana de esa guía que es el sentir y todo lo queremos resolver con el pensar. Nuestras relaciones, nuestras decisiones, nuestra cotidianidad en sí está llena de sensaciones que ¡hablan por sí mismas! No hay que ponerse a pensar en ellas. Le hemos dado la palabra a la mente hasta el punto que le hemos bajado el volumen al resto de nuestro basto y sabio cuerpo.

Vipassana te ayuda a hacerlo al revés: bajar el volumen a los pensamientos y subírselo a las sensaciones de tu cuerpo. Ya inmersa de nuevo en mi cotidianidad de madre, esposa, vecina, escritora, profesora de yoga, amiga, consumidora, y un largo etcétera de roles que jugamos a ser, si bien no acudo a la meditación cada mañana y cada noche como me gustaría, ya la necesidad de sentarme a meditar es más frecuente. Es como limpiar el trapito. Limpias con el trapito pero luego debes ir y limpiar al trapito. Todos los días hacemos una colección de sensaciones, todo lo que piensa nuestra mente compulsiva, todo lo que hablamos con los demás y todas las experiencias en que nos vemos involucrados durante el día, por sencillas o monótonas que puedan parecer, dejan en nosotros una huella.

Cada vez que te sientes a meditar, esas emociones/sensaciones emergen, si las escondiste en algún rincón de tu cuerpo, la meditación dejará que salgan. En una próxima entrada les ofreceré más reflexiones sobre mi experiencia de Vipassana. Mientras tanto, te invito a concientizar tus sensaciones. Hazlo al menos durante 15 minutos cada día. Dedícate un rato a solo sentirte. Verás cómo la mente no quiere quedarse callada, eso no importa, déjala ser y vuelve al trabajo: sentir. Son muchas las veces que tienes que volver a sentir tu cuerpo porque algún pensamiento te llevó lejos de él. ¡Esa es la práctica! ¿Y tú? ¿estás pensando tomar Vipassana? ¿a qué le temes? ¿Eres de los que ya la tomaste? ¡Cuéntame! Me encantará leer tus comentarios.

El cuerpo humano es el traje que escogió la luz del espíritu para ocultarse de sí y jugar al placer de encontrarse nuevamente, a través de ti.
Hay tanta luz en el universo, como un manantial eterno de luz que necesita más y más formas materiales para poder ocultarse en ellas y re-encontrase nuevamente.
La luz llama a más luz a jugar al encuentro. S
e invoca a sí misma y se atrae a sí misma con gravedad, impulsando la unión de la materia para hacerse nacer de nuevo.
La pulsación del universo viene dada por la luz buscándose a sí misma.
Es tu propia luz la que brilla a través de los ojos de tus maestros, -llámense, hijos, amigos, amados, chamanes, estrellas, flores, ríos, gurus- y al encontrarse se refleja y se expande espejeando su resplandor.
La luz del Ser brilla en las gotas de agua a pesar de su transparencia, en cada color de la naturaleza con una frecuencia distinta, en cada estrella del firmamento, de manera muy evidente en el sol y muy poderosamente a través de los ojos humanos que pueden ser conscientes de ella.
A veces pienso que los ojos son el punto de encuentro del Ser.
Los ojos son el cielo porque cuando nos miramos la luz se refleja como un espejo frente al otro perpetuándose hasta el infinito. Es toda la misma luz que el mundo de las formas oculta. Esta luz brilla en tu interior y su más pura expresión es proyectada a través de las ventanas de tu cuerpo material: los ojos. Subyace a todas las formas y está en constante e infinito proceso de encuentro.
“Estás tan iluminado como aquellos que te rodean” me dice mi maestra y amiga Susana García citando a su maestro Duglas Brooks. Frase que me encanta escuchar sobre todo cuando estoy a su lado.
El concepto de iluminación como algo que está “por ocurrir” es un error.
La luz el espíritu ya es. Así como subyace en el vacío de cada átomo, la luz habita plenamente este cuerpo mío que escribe y ese cuerpo tuyo que lee, brillando a través de ambos.
Ya estás iluminado porque, en esencia, eres luz. La iluminación no es algo que le ocurre a los santos o a los maestros. La iluminación no es algo que nos está esperando ni es algo que podemos desarrollar, buscar o anhelar.
La iluminación es la razón por la cual existes en este momento.
Dentro de ti está la luz, plena de dicha porque tu cuerpo le permite ser. Lo que le ocurre a los santos y maestros cuando supuestamente se “iluminan” es que la fuerza del amor les hizo no temer la luz y pudieron abrir sus ojos para verla dentro de ellos.
Aunque digo “sus ojos” me refiero a su “tercer” ojo, que existe en el entrecejo y se desarrolla como si fuese un músculo, primero reconociéndolo y luego usándolo. Los ojos físicos, a pesar de ser ventanas que reflejan la luz interior no están diseñado para ver este tipo de luz: los cegaría.
Por eso, la refulgencia del Ser solo se ve con los ojos cerrados y hacia adentro. Y luego, toda la luz que vemos fuera de nosotros la reconoceremos como reflejo de esta luz interior.
En lugar de pensar que algún día vas a iluminarte, reconoce que ya estás iluminado porque de lo contrario no existirías. Estás iluminado desde el día en que tu mamá te “dio a Luz”.
Una vez que te abras a esta posibilidad, la de ser iluminado, emprende la tarea continua de actuar en concordancia con eso. De esta manera te alineas con la luz y tu proceso de auto descubrimiento viajará a esta velocidad.
Sonrío al pensar en la velocidad de la luz, porque la luz ya es.
Viajar implica dejar de ser en un lugar para ser en otro. Lo cual no ocurre con la luz que está en todo. Fuera del espacio-tiempo. Dentro de ti.
Me alegra haberlo descubierto.
Manantiales de luz brotaron en forma de risas y lágrimas, a través de mi boca y mis ojos.
Mi corazón se abrió tanto que amé todo y me sentí honrada de que el todo me hiciera parte de él. Una nueva fuerza habita en mi interior, la de saberme “iluminada” y mi gratitud es constante.
Amo con más intensidad las cosas que ya amaba y considero que esta vida humana es lo mejor que puede pasar en este universo. Semillas de luz brotan a través de mis palabras para germinar en la tierra fértil de tu mente.
El universo también lo sabe y está en una carcajada eterna. Para muestra una cascada.
Quizá te interesa saber qué oppini yo de las religiones y te lo explico aquí: https: https://fianthology-cico.instawp.xyz/yoga-practica-fisica-o-espiritual-religion-o-gimnasia/
Este escrito es producto de mi experiencia con los Piaroa de Venezuela. Mira cómo son sus cantos!
http://www.diversidadcultural.gob.ve/venezuela-plural/coleccion-discografica/musica-ritual-piaroa-y-yanomami
Si quieres escuchar un cuento muy medicinal te invito a que escuches Piel del foca: