Algunas personas creen que la práctica de yoga es una religión.
Nací en una familia católica y crecí en un colegio de Jesuítas. Desde que soy muy niña vengo escuchando la importancia de los ejercicios espirituales https://jesuitas.es/es/inicio/espiritualidad-ignaciana/ejercicios-espirituales
Desde muy temprana edad, mis familiares y maestros fomentaron en mí un sentimiento devocional hacia el corazón de Jesús, La Virgen María y el Espíritu Santo y esta devoción encajó perfecto con mi carácter de niña que amaba cantarle a la Virgen por las mañanas antes de entrar a las aulas. Aunque desde temprano supe contrastar aquella doctrinas con lo que me decía mi lógica, aunque pude enfocar la religión católica con una visión crítica y entender y aceptar la existencia de diversas creencias, la devoción es un sentimiento muy personal del cual gozo desde que soy muy niña.
Tal como me enseñaron, oraba cada noche antes de dormir. Con oraciones aprendidas, o conversando con La Madre, como me enseñaron en el Colegio, nunca fue algo que hice por obligación, al contrario era una de mis partes favoritas del día. Recuerdo que, pequeña como era, alguna vez me acostaba y me arropaba alistándome para dormir y de pronto, "olvidé mis oraciones" pensaba y sentía la necesidad de ajustar mi postura, sentarme, y juntar mis palmas. Si iba a hablar con el Padre o la Madre, no podía hacerlo en cualquier forma. Mi intuición me decía que debía alinear mi cuerpo para ello.
Mis primeras aproximaciones a la práctica de yoga fueron en un estudio con enfoque netamente de fitness. Nada de oms, nada de mantras, nada de palabras emotivas y cero sánscrito. No supe que esas cosas eran también parte de la práctica hasta casi un año después cuando probé practicar en un nuevo espacio. Aún así, recuerdo que mi vida cambió rotundamente, pues desde las primeras clases, el yoga caló profundo en mi cuerpo y en mi mente. Me hizo despertar a la conciencia de qué es lo que estaba diciéndole al mundo con mi cuerpo. Aunque no iba a misa cada domingo, algún domingo acompañ mi abuela a la misa y sentir demasiadas ganas de quitarme los zapatos y sentarme en el suelo, como en el Yoga.
Mi familia, especialmente algunos tíos y mi abuela, los católicos más practicantes, no dejaban de estar alerta a que yo no me "saliera por el carril". Un día, en la cocina de casa de mi abuela, se me salió decir "Om Namah Shivaya" - era una época en que estaba fascinada con los mantras y practicaba pronunciarlos todo el día- y todos abrieron los ojos asombrados sin saber si aera preocupante, o no, que yo estuviese tan metida en el mundillo del yoga.
Estudiar Literatura como carrera universitaria, me ha otorgado una visión simbólica de la vida. Tantos años estudiando las palabras, los discursos, los significados y los significantes, amoldaron mi mente a una visión objetiva que me permite acercarme a cualquier religión con fascinación. Puedo reconocer cómo las imágenes simbolizan cosas que están más allá de las imágenes y encuentro en la cosmogonía hinduísta una riqueza literaria muy inspiradora. Reconozco que la riqueza de símbolos y la variedad de referentes que ofrecen muchas religiones conforman un espectro mucho más amplio que la Trinidad Cristiana e incluso considero, la variedad de historias y anécdotas inagotables de los relatos de dioses hinduistas verdaderos manjares para nutrir el alma, bueno, como en el resto de la literatura.
Sin embargo, a mi entender, la práctica de yoga es, antes que otra cosa, una práctica física, como la danza o la gimnasia. Puede resultar, como me pasó a mí, que el proceso de ejecución y alineación de las secuencias y posturas despierten en quien la practica sentimientos devocionales porque, a diferencia de otras prácticas con el cuerpo, muchas posturas de yoga, evocan un sentimiento de unión y de adoración a algo más grande. Y, cómo iba a ser de otra manera?, si en India, todo lo que hacen, está dedicado a la divinidad, no iba a dejar de estarlo esta gimnasia que fortalecía y flexibilizaba los cuerpos. Pero, el yoga puede prescindir completamente, según mi entender - y sé que algunos colegas practicantes se pueden estar en desacuerdo conmigo- de la imagen de Ganesha, de Shiva, Rama, Krishna o cualquiera de las fabulosas representaciones arquetípicas de la religión hinduista, y seguir siendo yoga. Porque la práctica de yoga en su esencia, no es una práctica religiosa, es una práctica físca-mental, que, por su carácter introspectivo, puede conectarte con un espacio dentro de ti donde habita, también el sentimiento religioso y exaltarlo.
Recuerdo que cuando fui a India, estaba enamorada de muchos mantras y solía cantarlos con mis melodías occidentales, así como los aprendí. Al llegar a Rishikesh y escuchar los mantras por los altavoces y ver la ciudad repleta de hombres de la calle orando como locos, sean vagabundos o Rishis (hombres sabios), tuve un impacto muy fuerte que me hizo encerrarme en mi habitación por dos días y por las noches, en vez de pronunciar el Om Gam Ganapatayé Namahá, como algunas veces hacía, necesité rescatar el Ave María y Angel de la guarda que pronunciaba cuando era niña, para sentir paz. Vivir la cultura hinduista desde dentro me impactó y reboté con fuerza hacia las creencias recibidas en el espacio donde nací. Claro, con el tiempo en Rishikesh, pasó el Shock pero nunca olvidaré el contraste y la impresión de comprender que aquellas cosas eran muy diferentes a como yo las había interpretado y que, en realidad, nunca sería capaz de entenderlas porque siempre las vería desde mi visión de mujer-occidental-católica, por mucho que abriera mi mente.
En mi espacio de yoga, Ekam Yoga, tengo una imagen de La Moreneta, pero la tengo para mí. He preferido eximir mi espacio de imágenes y dioses hinduistas y dejar la práctica de yoga hablar por sí misma en el lenguaje del cuerpo y que desde allí haga lo que tenga que hacer con cada persona. Enciendo incienso porque su aroma me calma y porque, como decía mi maestra Centit "perfuma el aire por donde viaja el pensamiento". Los mantras que enseño y que pronuncio, los he analizado e interpretado como una Licenciada en Letras que soy y los comparto porque su significado y sibre todo la armonía de su pronunciación, es potentemente sanador y armonizador. Mi práctica personal es un despliegue de oraciones, pero porque yo soy así, porque es allí donde encuentro motivación y siento un profundo sentimiento devocional por lo divino. Pero no tengo la intención de que pase lo mismo con cada practicante que vienen a mi estudio, son cosas muy personales. Pronunciamos OMs y adoro la vibración y el eco cristalino que deja en mi espacio interno y muchas siempre invoco las cualidades de la Gran Madre para que acompañen mi enseñanza, humildad, entrega, cuidados, ternura, compasión, pero eso solo lo sé yo, se lo pido en secreto, cuando estamos a solas.
En definitiva, para mí, el yoga no es una religión ni un tipo de religión. Ni siquiera es una "práctica espiritual" como dicen tanto. Yoga es una práctica física y desde el cuerpo, cada cual que vaya encontrando niveles mas sutiles de sí mismo, o no. Pero eso sí, si alguna vez practicando Yoga sientes que Dios está dentro de ti, tendrás una experiencia maravillosa. Pero, ahí, ya yo no me meto. Por eso me gusta decir, yo te enseño yoga, pero quien te enseña no soy yo, es el yoga quien lo hace.
Si quieres saber un poco más mi visión sobre el espíritu te invito a mi entrada: https://fianthology-cico.instawp.xyz/la-luz-y-las-formas/
Gracias por acompañarme hasta aquí.
Me encantará leer tus comentarios!
Ahora si quieres haz esta práctica y experiméntalo tú misma!
El proceso de aprender es igual al de cambiar, al de crecer. A veces duele. Por eso, en el camino de aprender algo que nos apasiona es fundamental saber que estamos en manos de un buen profesor. Te comparto 10 cualidades que los buenos profesores, tienen en común y espero que te sirvan para elegir con quien sientes tú que tu proceso de aprendizaje será más bonito, aunque a veces duela un poquito.
- Un buen profesor te recuerda que estas aprendiendo:
Un buen profesor reconoce que estás en proceso de aprendizaje. Te recuerda constantemente que aprender es un proceso y que si supieras aquello que fuiste a aprender, no estarías allí. La aspereza que todos sentimos cuando empezamos a asimilar nuevas destrezas, se ve suavizada por la sonrisa del buen profesor que con paciencia te recuerda que aprender es un proceso.
2. Un buen profesor explica con claridad:
Un buen profesor explica con claridad. No pretende oscurecer las formas para parecer más interesante o sofisticado. Tiene tan claro el objetivo a enseñar que te lo explica con detenimiento, por partes, sintiendo gusto por lo que está enseñando y volviendo atrás cada vez que sea necesario para que tú entiendas. Entiende que todas las formas de asimilar son diferentes y se esfuerza por interpretar qué estás entendiendo tú para adaptarse a tu forma de ver las cosas. La importa ser entendido.
3. Un buen profesor te enseña a no pedir disculpas por equivocarte:
Un buen profesor te enseña a no excusarte cuando lo haces mal. Te hace sentir que tienes permiso de equivocarte ya sea con una sonrisa o hasta diciéndote, no te disculpes, estás aprendiendo, por eso estás aquí. Cuesta no disculparse por hacerlo mal aún cuando estamos aprendiendo así que ese recordatorio te conecta con la humildad, cualidad imprescindible para aprender.
4. Un buen profesor te enseña a hacer las cosas por ti mismo.
Un buen profesor te enseña a hacer las cosas por ti mismo. No tiene interés en demostrarte sus destrezas a menos de que sea para inspirar tu camino de aprendizaje. Te enseña algo y se toma el tiempo necesario para esperar a que tu mente y cuerpo lo procesen y lo hagas por ti mismo, a tu ritmo, mientras te observa y asiente.
5. Un buen profesor siempre ve algo bueno en ti.
Un buen profesor siempre tiene ojos para ver lo bueno. Aún cuando tenga algo que aportarte y te señale dónde puedes mejorar, un buen profesor encuentra algo que estás haciendo bien y hace énfasis allí para que tengas una fortaleza desde la cual seguir mejorando.
6. Un buen profesor balancea la técnica con la libertad a la hora de enseñar.
Un buen profesor te enseña la técnica y al mismo tiempo da espacio para que la expresión genuina y pura de tu corazón pueda surgir. Es decir que su enseñanza mantiene un balance adecuado entre disciplinarte para que aprendas a hacerlo bien y al mismo tiempo te da la libertad para que la tñecina no te haga olvidar del disfrute.
7. Un buen profesor es puntual
Comenzar con puntualidad es sinónimo de respeto, de que valora el tiempo dedicado a la enseñanza y no se demora bajo ningún pretexto en usar el tiempo elegido para la práctica en otras coas, ni postponerlo.
8. Un buen profesor sabe cobrar por su trabajo.
Muchas veces se nos hace caro pagar una mensualidad de clases grupales o una sesión privada pero dejamos la misma cantidad de dinero o mucho más en una comida o en un jersey. Un buen profesor valora sus talentos, su energía y sabe cobrar por lo que enseña. No acepta regateos pues si no hay un intercambio energético adecuado, el mismo estudiante, tarde o temprano se verá afectado por ese desequilibrio. Por eso un buen profesor cobra y recibe el pago con gusto.
9. Un buen profesor no usa comparaciones entre sus alumnos.
Un buen profesor no te compara con nadie, ni con él mismo, ni con los compañeros porque entiende que cada cual es único. Sin embargo, sabe compararte contigo mismo cuando no sabías hacer lo que ahora sabes y te recuerda lo mucho que has avanzado cuando las ganas de saber aún más hacen que se te olvide.
10. Un buen profesor tiene una presencia acogedora:
Un buen profesor tiene una presencia acogedora. Te sientes a gusto a su lado. Por muy bueno que sea el profesor, el proceso de aprendizaje es un proceso en el cual todos nos sentimos vulnerables y aparecen sensaciones como la verguenza o la frustración y nos sentimos pequeñitos. El profesor te acoge con su grandeza y te sientes con la confianza suficiente para dejar que esas emociones contractivas surjan y desaparezcan. Su mirada, su sonrisa, sus silencios, su paciencia, su entusiasmo y sus palabras son un bálsamo en el arduo arte de salir del cascarón en el que estamos.
Personalmente me siento muy agradecida por los buenos profesores que he tenido en mi vida, y cuando algún alumno se me acerca a darme las gracias por lo que ha aprendido conmigo me siento infinitamente honrada y feliz porque sé lo bien que se siente que te acompañen bonito en el proceso de crecer, en el proceso de aprender.
Dedicado a mi profe de música Sofya love her tree quien ha venido a mi estudio de Yoga en Sant Cugat para abrir el espacio con una clase de Canto, bakty yoga, que me dejó conmovida y agradecida.
Todos los profesores de mi equipo de Formación de Profesoras de yoga son maravillosos, puedes conocerlos aquí: https://fianthology-cico.instawp.xyz/equipo/
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