El reptil de la tristeza
Un antiguo reptil de la tristeza vive entre mis intestinos y mi diafragma. Duerme casi todo el tiempo pero cuando se despierta me siento muy mal. Está lleno de moho, de telarañas y es enorme. Recordarlo me da ganas de llorar, imagínate sentirlo. Si algo lo despierta y se mueve un poquito, siento tanto bochorno y pesadez dentro de mí. Como una vergüenza o una inmensa pena. Es tan grande y tan viejo que solo hace pequeños y pesados movimientos. Pero duele. Antes, yo no sabía que estaba ahí. Pero descubrirlo no hizo que se fuera. No. No he podido expulsarlo en mis lágrimas, ni en mis gemidos. A veces, pasa mucho tiempo dormido y me olvido que está allí. Pero cuando algo lo despierta, sus garras gastadas empiezan a arañarme las vísceras y sus crestas envejecidas estrujan mi plexo. Creo que se siente atrapado y empieza a llorar y lloro yo con él. Empapada de tristeza, siento sus pinchazos y recibo, sin huir, las repugnantes sensaciones. Le digo que estoy aquí, observándolo, y empieza a calmarse. Parece que mis palabras le dan sueño. Dejo de sentir los arañazos. Qué alivio. Ya se ha vuelto a dormir el antiguo reptil.