Movida por cierta sintomatología recurrente, estudio la evolución de mi árbol genealógico.
Ayer comencé a dibujarlo según la información que está en mi consciente. Es bello. Cómo las ramas se unen y nacen raíces. Aunque a veces es difícil distinguir si son raíces o son ramas. Parecen más neuronas o venas. Sí, todo ese ser soy yo. Y mis hijas. Soy una parte viva de este gran árbol que se remonta, cómo no, a los mismos orígenes del hombre y más atrás seguramente. Es una de las cosas a las que me aferro cuando quiero una dosis de eternidad. Practico el identificarme con este gran ser y des identificarme conmigo para sentirme eterna. Gotas de mi ADN seguirán fluyendo hacia cuerpos humanos que quizá lleven en sus memorias algunas de mis obsesiones, de mis desasosiegos, de mis encantos. Y si el ADN de mis ancestros me construye, si una aleatoria mezcla de sus genes me ha hecho ser quien soy, ¿quién quería ponerse a escribir y no lo hizo? ¿Quien bailó para ganarse la vida? ¿Quién quiso construir un edén de flores?, ¿quién, treparse por las rocas o meditar hasta auto disecarse? Veo que mi venida a este mundo fue un gran azar. Es cierto, la venida de cualquiera es un gran azar, pero la mía, entre todas ellas fue un azar excepcional si hubiese tal. Y ¿entonces? ¿Qué vine a reparar? ¿Qué, a denunciar? ¿Qué vine a crear? Yo, esta que está aquí, no mis abuelas o bisabuelas, “me-mí-para mí-conmigo” qué hay de auténtico en mí qué solo me pertenezca a mí.
Deseo que todos se liberen de la ilusión de la culpa que con barrotes invisibles cercenó la libertad de sus corazones. Deseo que todos los secretos queden perdonados, que todo salga a la superficie y que aún las historias más funestas y terroríficas se pongan sobre la mesa y nos riamos de ellas. Tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, sentémonos en una mesa redonda, contémonos las historias y sanemos juntos. Armen todos juntos una sola bendición que reciba mi descendencia y la de hermanos y cuñados. Que los próximos vengan a vivir sin su propia vida, libre de ataduras arrastradas, gozosos de conciencia y de dicha. Deseo sacar a colación todo de mí y revertir hasta lo más oscuro para que nada lo hereden ellos. Que mis nietos y bisnietos solo me sostengan en alguna foto, algún relato, algún libro mío o video y allí esté yo inspirándolos a vivir su propia vida, sana, deslumbrante, vibrante, libre. Recordando a ratos o leyendo a la abuela Avryl.
Hoy el día amaneció color azul pitufo. Sin una sola nube en el cielo, la luz del sol cae sobre todas las cosas embelleciéndolas. Hoy, para rematar, desayuné naturista: arroz, lentejas, vegetales y yogurt. Faltó hacerlo a la hora adecuada, pero poco a poco. Esto es parte de una medicina que yo misma me receté: llenarme de amor. Cocinarme calentito, colorido y esmerado como a una bebé que amo y sentarme a darme ese baño de miel para sanar mi sangre y mis penas.
Hoy sé que estoy a la mitad del ciclo. Veo la luna llena y sé que hace una luna exactamente hacía el amor al aire libre con Iván quien quedó encantado por cómo la luz de la luna caía sobre mis pechos y los bebió. Esto de usar la luna para medir mi tiempo me está gustando cada vez más. Dibujando los diagramas lunares siempre recibo la saciante sensación de ubicarme en el tiempo y el espacio. La luna y la tierra están dando vueltas todo el tiempo y en el medio de todas esas esferas en movimiento estoy yo. Ya sé que mi sangre bajará cuando la luna se vacíe de nuevo pero esta luna no será noviembre sino diciembre, nombres que hemos inventado. Si la próxima luna fuese en noviembre otra vez, estaríamos atrapados en una rueda. Si para la próxima luna, mis hijas no crecieran ni me salieran nuevas canas estaríamos en una eternidad sobria. Espero que mis hijas y mis nietas sepan observarse dentro de estas esferas que dibujo acompasadas con mi sangre. Que se sientan, ellas mismas, el centro de esta geometría sagrada que danza a nuestro alrededor. Quizá en alguna de célula de mis tataranietas, esté yo, lo mejor de mí, espero, viendo el movimiento y gozando de eternidad.